En una disonancia térmica global, Estados Unidos enfrenta un brutal frío mientras gran parte del mundo experimenta temperaturas inusualmente cálidas. En Dakota del Norte, la sensación térmica llegó a -56 grados Celsius, contrastando con regiones en rojo oscuro que superan los 7 grados Celsius por encima de la media. Este fenómeno, aparentemente contradictorio, revela los impactos del cambio climático, acentuados por el calentamiento del Ártico y el vórtice polar.
El Ártico, que solía calentarse dos veces más rápido que el resto del planeta, ahora lo hace de tres a cuatro veces más rápido. Este desequilibrio provoca inviernos extremos en lugares menos preparados para enfrentarlos. Jennifer Francis, climatóloga del Centro de Investigación Woodwell, vincula estos eventos con el cambio climático, señalando que el frío intenso invade áreas menos acostumbradas, como Texas.
El vórtice polar, fenómeno meteorológico cada vez más frecuente, contribuye a la invasión del frío. Este sistema helado, normalmente confinado en el Ártico, se debilita y libera aire frío, afectando áreas como Estados Unidos. Judah Cohen, experto en meteorología invernal, destaca que las olas de frío se vuelven más comunes.
A medida que el vórtice polar se estira, las condiciones invernales extremas son más probables en Estados Unidos. Investigaciones indican que estos episodios se han vuelto más frecuentes, sugiriendo que la corriente en chorro, influenciada por el calentamiento global, juega un papel clave. Aunque debatida, la teoría gana aceptación, explicando el caos climático actual.
El impacto se refleja en la intensificación del frío, como en Alemania, donde intensas nevadas provocaron cancelaciones de vuelos y cierres de escuelas. En Canadá, una ola de frío polar sumergió regiones en temperaturas sin precedentes de -36 grados Celsius. Estos eventos extremos refuerzan la urgencia de abordar el cambio climático y sus repercusiones globales.