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Las familias hidalguenses están cambiando, con una tendencia marcada hacia la disminución de la natalidad y un notable envejecimiento poblacional. En los últimos cinco años, el promedio de nacimientos ha caído de dos niños a 1.6 por familia, según datos del Consejo Estatal de Población (Coespo).
El reporte estatal indica que desde 2018, cuando la población joven alcanzó su máximo con más del 61% de personas entre 18 y 39 años, la natalidad ha seguido una tendencia descendente. Este cambio demográfico ha resultado en núcleos familiares cada vez más pequeños y un crecimiento significativo de hogares encabezados por mujeres.
Las zonas urbanas de Hidalgo, como Pachuca, Mineral de la Reforma, Tulancingo, Tula y Tizayuca, concentran el mayor crecimiento demográfico. Estos municipios albergan más de una tercera parte de la población estatal, reflejando un patrón urbano en la concentración de nuevos nacimientos.
Paralelamente, ha habido un aumento en el número de familias unipersonales, principalmente entre jóvenes de 18 a 29 años. Actualmente, estas familias representan el 45% de los núcleos sociales en las zonas urbanas, reflejando una mayor incidencia de divorcios y separaciones.
El matrimonio también ha disminuido en popularidad, representando solo el 40% de las parejas actuales. En contraste, el concubinato ha aumentado, y la edad promedio para formalizar una relación ha subido a los 35 años.
Luis Ángel Cruz, investigador en Estudios de Población de la UNAM, explica que el envejecimiento poblacional en Hidalgo está estrechamente ligado a la baja natalidad. Las parejas suelen posponer la formación de familias para cumplir con objetivos profesionales, académicos o laborales, una tendencia más pronunciada entre aquellos con niveles educativos más altos.
En resumen, la demografía de Hidalgo está en transición, con una clara disminución en la natalidad y un aumento en la población envejecida, transformando el panorama de las familias en el estado.
