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Carlos Slim, a través de Carso, firmó un contrato con Pemex en julio para reactivar el proyecto Lakach, una iniciativa que genera dudas entre analistas y dentro del propio entorno del magnate debido a su escasa rentabilidad comercial. Sin embargo, Slim parece estar utilizando esta inversión como una estrategia para ganar influencia en la elección del próximo director de Pemex, en medio de la contienda entre Octavio Romero y Rogelio Ramírez de la O, que será decidida por Claudia Sheinbaum en la transición gubernamental.
Mientras Slim mantiene reuniones estratégicas con figuras clave como Sheinbaum y Francisco Cervantes del Consejo Coordinador Empresarial, su interés en el proyecto Lakach se interpreta más como un movimiento político que como una decisión basada en beneficios económicos. El proyecto Lakach, que fue abandonado por New Fortress el año pasado debido a su baja rentabilidad, ahora podría convertirse en un punto de inflexión en la relación entre el magnate y la próxima administración federal.
El acuerdo firmado por Carso asciende a más de mil 200 millones de dólares, aunque su rentabilidad dependerá de decisiones externas a la empresa de Slim, lo que ha despertado escepticismo entre analistas. Además, el desafío de operar en aguas profundas y la fluctuación de precios del gas natural añaden complejidad a este proyecto. Slim, no obstante, parece estar apostando a la influencia que puede obtener en Pemex más que a los beneficios inmediatos de Lakach.
