La Tragedia de #MatthewPerry: La #Ketamina Bajo la Lupa de los Expertos.

Antes del fallecimiento del actor Matthew Perry, ya existían preocupaciones en la comunidad médica sobre el uso y abuso de la ketamina. Este potente alucinógeno, aprobado inicialmente como anestesia, ha ganado notoriedad como tratamiento alternativo para la depresión, el trastorno de estrés postraumático y el dolor crónico. Sin embargo, su uso ha estado marcado por prácticas médicas cuestionables, especialmente en clínicas que operan con poca o nula supervisión.

Entre los cinco acusados por la muerte de Perry, destacan dos médicos. Uno de ellos accedió a vender ketamina desde su antigua clínica, mientras que el otro proporcionó la droga al actor y enseñó a su asistente cómo inyectarla. Según la fiscalía del Distrito Central de California, el día de su muerte, Perry recibió varias inyecciones, y la autopsia reveló que la cantidad de ketamina en su sistema era suficiente para inducir anestesia general.

Este caso ha sacado a la luz las prácticas relajadas en la prescripción de ketamina, un medicamento que, aunque está clasificado por la DEA como una droga de la Lista III con potencial de dependencia moderada, se ha vuelto cada vez más accesible fuera de los entornos médicos convencionales. Clínicas que aceptan solo efectivo y que no están reguladas han proliferado, aprovechando la creciente demanda de tratamientos rápidos y efectivos.

El doctor Gerard Sanacora, director del Programa de Investigación de la Depresión de Yale, subrayó que “no se pueden repartir recetas de ketamina como si fueran caramelos”, alertando sobre el peligro de un uso descontrolado de esta droga. A pesar de las advertencias, el uso de versiones genéricas y compuestas de ketamina ha explotado, alimentado por un modelo de negocio que prioriza el pago en efectivo.

Las cifras son preocupantes: un estudio de 2023 de Epic Research reveló un aumento del 500% en las recetas de ketamina en EE.UU. entre 2017 y 2022, especialmente para el tratamiento del dolor. Sin embargo, estos datos no reflejan la realidad completa, ya que excluyen a las pequeñas clínicas que no reportan sus actividades.

El mercado de la ketamina es un negocio en expansión. Según Grand View Research, en 2023 alcanzó los 3,400 millones de dólares y se espera que continúe creciendo un 10% anual hasta 2030. Las clínicas en línea también han contribuido a este auge, especialmente durante la pandemia de covid-19, ofreciendo terapias con ketamina sin la necesidad de una supervisión directa.

No obstante, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) ha emitido advertencias sobre los peligros del uso de formas compuestas de ketamina, como pastillas, señalando riesgos psiquiátricos, aumento de la presión arterial y depresión respiratoria. La FDA ha dejado claro que la ketamina no está aprobada para tratar trastornos psiquiátricos y que se necesitan más estudios para evaluar su seguridad y eficacia en estos casos.

El doctor Steven P. Cohen, de la Universidad Northwestern, criticó a las clínicas que priorizan las ganancias sobre el bienestar de los pacientes, describiendo la situación como “repugnante” y comparándola con “el Salvaje Oeste”. A diferencia de la esketamina, un derivado de la ketamina aprobado por la FDA, que requiere una estricta supervisión, la ketamina genérica se administra a menudo sin los cuidados necesarios.

La muerte de Perry ha puesto en evidencia los riesgos asociados al uso no supervisado de la ketamina, especialmente en contextos inapropiados. Aunque la droga no es físicamente adictiva como los opioides, su potencial para generar dependencia psicológica y los peligros asociados a su uso en casa son motivo de preocupación.

El doctor Joseph Palamar, de la Universidad de Nueva York, advierte que “incluso si eres la persona más responsable, la ketamina sigue siendo una droga peligrosa si se usa en el contexto equivocado”. El caso de Perry, que falleció tras ahogarse en su piscina bajo los efectos de la ketamina, subraya la importancia de una regulación más estricta y de un mayor control sobre el uso de esta sustancia.

En conclusión, la tragedia de Matthew Perry es un crudo recordatorio de los peligros de la ketamina cuando se usa sin la debida supervisión y control, y ha reavivado el debate sobre la necesidad de una regulación más estricta para evitar futuras tragedias.

Autor Itzel G. Bandala

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *