La semana pasada, China y Rusia se lanzaron al ruedo con unas maniobras militares que han hecho que el mundo se dé vuelta a mirar. ¿El objetivo? Un despliegue de fuerza sin precedentes, con 90,000 soldados y más de 500 barcos y aviones, según Rusia. El presidente Vladimir Putin dejó claro que solo China se uniría a esta movida.
En un discurso por video, Putin destacó que 15 países “amigos” estaban observando este espectáculo militar que se convirtió en la mayor exhibición de este tipo en 30 años. Para él, fortalecer la cooperación con naciones amigas es crucial, especialmente en medio de la creciente tensión global.
“Ocean-2024” fue el nombre de estas maniobras de siete días que terminaron el lunes. Este evento es parte de una serie de ejercicios y patrullas entre Rusia y China, que vienen tras promesas de los líderes de ambos países, Xi Jinping y Putin, de estrechar sus lazos militares, incluso mientras el Kremlin sigue con su guerra contra Ucrania.
China no se quedó atrás y envió varios buques de guerra y 15 aviones a las aguas cercanas a Rusia en el Lejano Oriente para unirse a Ocean-2024. Además, las fuerzas de ambos países han intensificado su coordinación durante este mes con ejercicios navales cerca de Japón y su quinta patrulla marítima conjunta en el norte del Pacífico.
Estos movimientos siguen a una serie de ejercicios conjuntos realizados en verano, como cerca de Alaska, donde las fuerzas estadounidenses y canadienses interceptaron por primera vez bombarderos rusos y chinos juntos, y en el Mar de China Meridional, una zona de alta tensión reclamado casi en su totalidad por Beijing.
En Washington, este creciente vínculo entre Rusia y China ha encendido alarmas. Los expertos señalan que el refuerzo de China al sector de defensa ruso con exportaciones como maquinaria y microelectrónica, algo que Beijing niega, genera preocupaciones sobre una posible cooperación técnica en armamento.
Mientras tanto, Putin ha advertido a los líderes de la OTAN que cualquier levantamiento de las restricciones sobre el uso de misiles occidentales de largo alcance en Ucrania se consideraría como un acto de guerra.
Desde hace más de una década, Rusia y China han intensificado su coordinación militar, con al menos cuatro a diez maniobras conjuntas cada año, según el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS). Este verano se realizaron siete actividades y con los ejercicios de agosto y septiembre el total se elevó a 11.
La relación entre Moscú y Beijing ha evolucionado desde tiempos de enemistad durante el conflicto fronterizo de 1969, hasta una cooperación más estrecha en el comercio de armas y maniobras militares.
En el fondo, la colaboración entre estos gigantes podría estar enviando una señal clara a Estados Unidos y sus aliados. La creciente coordinación de sus ejércitos refleja no solo un esfuerzo por mostrar una fuerza conjunta, sino también por dar a entender que cualquier desafío a uno de ellos podría enfrentar una respuesta combinada.
Mientras que la alianza Rusia-China podría no tener un objetivo final claro, los analistas sugieren que el fortalecimiento de esta relación y la coordinación en sus ejercicios podrían ser parte de una estrategia más amplia para desafiar a Estados Unidos y sus aliados en la arena internacional.