En Jersón, Ucrania, el uso de drones se ha convertido en una constante y temida amenaza para los civiles. Serhiy Dobrovolsky, un comerciante local, vivió esa realidad de la forma más brutal. Cerca del mediodía, mientras charlaba en su patio con un vecino, un dron soltó una granada mortal sobre él. “Murió antes de que llegara la ambulancia”, cuenta Angela, su esposa, quien recuerda que la metralla impactó directamente en su corazón. Su historia es solo una de las muchas que, desde julio, reflejan un cambio en la estrategia rusa.

Desde el 1 de julio, al menos 30 civiles han muerto y más de 400 han sido heridos en la ciudad de Jersón, según la administración militar local, en medio de más de 5,000 ataques con drones documentados. Rusia ha intensificado el uso de drones contra civiles, estrategia que eleva el pánico en la población y que incluso podría calificarse de crimen de guerra si se demuestra que apunta directamente a civiles.
En redes sociales, los ataques quedan expuestos en videos que muestran a civiles siendo seguidos por drones antes de ser atacados con granadas. Algunos de estos videos, aparecen en un canal de Telegram con mensajes amenazantes dirigidos al público ucraniano, advirtiendo que “todo vehículo es un objetivo legítimo”. Incluso, se burla de las personas heridas, refiriéndose a ellas con insultos.

“Es como estar constantemente perseguido”, describe Kristina Synia, trabajadora de un centro de ayuda en Jersón. Para evitar ser detectados por drones, quienes se trasladan deben conducir rápido, esconderse entre los árboles y correr al interior de los edificios. A tan solo un kilómetro del río Dnipro, el equipo de Kristina cuenta con un pequeño detector de drones que emite un sonido cada vez que detecta uno cercano, lo que ocurre cada pocos minutos, confirmando la constante amenaza.
Olena Kryvchun, una limpiadora, recuerda el momento en que una bomba de dron destruyó su coche, dejándolo inservible y cortando su principal medio de transporte para el trabajo. “Si hubiese estado en el asiento del conductor, estaría muerta”, dice Olena, quien asegura que estos ataques son aún más aterradores que los bombardeos tradicionales. “Con los drones, ni siquiera los ves venir”, agrega.

La situación también ha llevado a un aumento en el uso de minas antipersona en las rutas peatonales y de transporte, que los drones rusos ahora esparcen estratégicamente para sembrar aún más terror. Pequeñas minas “mariposa” cubiertas de hojas han sido encontradas por residentes.
Con el invierno acercándose, la gente de Jersón teme que el peligro aumente. “Con los árboles sin hojas, habrá menos lugares para esconderse”, comenta Olena, anticipando que la amenaza será todavía mayor.