Cuba ha enfrentado uno de los peores apagones de su historia, lo que el gobierno ha calificado como una “emergencia nacional”. Desde el 18 de octubre, la isla estuvo varios días a oscuras debido a una desconexión total del sistema eléctrico. “¡Nuestra comida se está pudriendo!”, gritaban los cubanos desesperados, quienes también sufrieron cortes en el suministro de agua.
El presidente Miguel Díaz-Canel no tardó en señalar al embargo económico de Estados Unidos como el principal culpable, asegurando que esto dificulta la llegada de piezas y suministros esenciales para que las plantas termoeléctricas funcionen. Por su parte, el primer ministro Manuel Marrero añadió que la situación se agravó por la escasez de combustible.
Aunque algunos días después la electricidad fue restablecida, hay zonas que siguen padeciendo cortes de luz de hasta ocho horas diarias. La inestabilidad de la infraestructura eléctrica hace que un nuevo apagón sea una amenaza latente. Jorge Piñón, investigador del Instituto de Energía de la Universidad de Texas, advierte que el próximo gran apagón podría ser de cinco a diez veces peor que el actual, ya que las ocho plantas termoeléctricas del país no han recibido el mantenimiento necesario.
Estas plantas, que son la columna vertebral del sistema energético cubano, utilizan petróleo local que tiene un alto contenido de azufre. Sin embargo, hay otros sistemas de generación que dependen de petróleo extranjero, el cual ha estado escaso en los últimos meses. Entre ellos se encuentran las plantas flotantes turcas y los grupos electrógenos que Fidel Castro implementó en 2006 durante la llamada “revolución energética”.
Fidel Castro, el antiguo líder cubano, también había soñado con una central nuclear en Juraguá, un proyecto que comenzó a gestarse en los años 80 con el objetivo de liberarse de la costosa dependencia del petróleo importado. Se planificó no solo la planta nuclear, sino también una Ciudad Nuclear que albergara a miles de trabajadores, muchos de ellos provenientes de la antigua Unión Soviética.
Fidel Castro Díaz-Balart, hijo del líder, fue el encargado del proyecto y se había formado en energía nuclear en Moscú. En 1982, con ayuda soviética, comenzó la construcción del primer reactor, pero la historia tomó un giro inesperado. El accidente de Chernóbil en 1986 fue un golpe devastador para el programa nuclear cubano, ya que la comunidad internacional reaccionó con miedo ante el avance de la energía nuclear.
Con la caída de la Unión Soviética en 1989, se cortaron las ayudas y Cuba entró en un período de escasez conocido como el Período Especial. Solo se logró construir un reactor de los cuatro planificados, y a pesar de los esfuerzos de Fidel Castro por buscar socios internacionales, la construcción fue detenida en 1992, con un anuncio a los trabajadores de que “no teníamos más alternativa que parar”.
Así, el sueño atómico de Fidel se desvaneció. Cuba había invertido 1.100 millones de dólares en el proyecto, que dejó tras de sí solo escombros. Aunque la central nunca entró en funcionamiento, la Ciudad Nuclear sobrevivió, y hoy en día alrededor de 4.000 personas viven en la zona, dedicándose a la agricultura, la pesca o trabajando en hoteles cercanos.
Con la crisis energética actual, muchos se preguntan qué estrategia puede seguir Cuba para asegurar un suministro eléctrico confiable. Expertos coinciden en que se requieren grandes inversiones para mejorar el sistema energético. Jorge Piñón sugiere que el país necesita un cambio en su modelo económico para atraer inversores extranjeros, algo similar a lo que hizo Vietnam. Se estima que se necesitarían entre 8.000 y 10.000 millones de dólares para revitalizar el sistema y diversificar su matriz energética.
Incluso menciona la posibilidad de incorporar mini reactores nucleares, como los que propone Bill Gates para países en desarrollo, aunque eso parece aún muy lejano. La discusión ahora se centra en cómo Cuba puede avanzar hacia la generación de energías renovables y reducir su dependencia de los combustibles fósiles, un desafío que parece complicado en el corto plazo.