Las famosas playas de Santa Mónica y otras de Los Ángeles tienen una historia fascinante que muchos desconocen. Pero, antes de que las asociáramos con el sol y la arena, estas costas no eran precisamente un paraíso. A principios del siglo XX, las costas de Los Ángeles eran muy diferentes: escarpados acantilados y aguas frías no hacían que la gente se quedara mucho tiempo. Miami era el destino que todos soñaban, con su cálida arena dorada y su mar azul turquesa.
Santa Mónica quería cambiar eso y convertirse en la “Riviera americana”. Según Elsa Devienne, profesora de Historia en la Universidad de Northumbria, la ciudad tenía grandes planes para atraer a la élite. Sin embargo, las pequeñas playas de Santa Mónica y Venice no daban abasto para las familias que se mudaban en los años 20. ¡Las playas eran tan angostas que con la marea alta ni siquiera podías caminar por ellas!
Las autoridades locales, viendo el problema, decidieron actuar. Entre 1939 y 1957, transportaron 13,4 millones de metros cúbicos de arena desde dunas más al sur, en Playa del Rey, y hasta del fondo del océano. La meta era clara: expandir las playas y atraer a más turistas. “Pensaron que si lo seguían haciendo, se solucionarían los problemas de las playas abarrotadas”, dice Devienne.
Y así fue. Con el paso de los años, Santa Mónica y otras playas se convirtieron en espacios más amplios y más bellos. Pero ahora, con el cambio climático y el aumento del nivel del mar, la historia podría estar por cambiar. La arena que en su momento parecía inquebrantable hoy es vulnerable a las tormentas y la erosión.
¿El futuro de las playas de Los Ángeles está en peligro? Se estima que, para el 2100, el sur de California podría perder entre un tercio y dos tercios de sus playas debido a la subida del nivel del mar.
Pero no todo está perdido. Un proyecto de restauración de dunas de arena en Santa Mónica podría ser la clave para salvar la costa. Tom Ford, presidente de la organización The Bay Foundation, lidera este esfuerzo para devolver a la playa su ecosistema natural. “Sabíamos que el aumento del nivel del mar y las tormentas eran un reto, así que decidimos dejar que la naturaleza haga su trabajo”, dice Ford.
En 2015, la fundación comenzó a esparcir semillas autóctonas en un área de 3 acres y, después de unas fuertes lluvias, la magia ocurrió: las dunas empezaron a formarse. Gracias a estas plantas, que capturan la arena del viento, se crearon barreras naturales que protegen la playa de la erosión. ¡Y no solo eso! Los chorlitejos blancos, una especie de ave que no se veía en la zona desde hacía 70 años, ¡han vuelto a anidar!
“Fue increíble ver cómo la fauna volvió tan rápido”, dice Ford. “El lugar ha respondido mucho mejor de lo que esperábamos.” De hecho, en 2016, un primer nido de chorlitejos fue encontrado con tres huevos, y desde entonces han seguido regresando a la zona de restauración.
En enero de 2023, una gran tormenta puso a prueba las dunas. Mientras otras áreas de la playa fueron devastadas por las olas, las dunas lograron bloquear la erosión. Según Timu Gallien, experto en ingeniería civil, las dunas ofrecen una elevación natural que protege las costas de la inundación. “Son una barrera que impide que las olas lleguen tan lejos, protegiendo infraestructuras y viviendas cercanas”, explica Gallien.
Aunque la restauración todavía está en marcha, el proyecto ya se considera un gran éxito. The Bay Foundation está ampliando su trabajo, restaurando más dunas y sembrando más plantas autóctonas. Otros responsables de playas están viendo los resultados y desean replicar el proyecto en otras zonas de California. “Este enfoque natural es lo que necesitamos”, dice Gallien.
¿El futuro? A medida que más zonas costeras se enfrenten a los efectos del cambio climático, iniciativas como esta podrían ser la clave para salvar las costas. Los proyectos de restauración natural como el de Santa Mónica podrían ser el modelo a seguir para otras playas en todo el mundo.