Seguro que en más de una ocasión has cruzado por la calle con un conocido y, después de saludarse con un “¿Qué tal?” o “¿Cómo vas?”, la respuesta más común es un “Aquí, tirando” o un “Vamos, que no está tan mal”. Y, sin más, cada uno sigue su camino. ¡Y listo! Pero si te detienes a pensarlo, ese encuentro fugaz está marcado por algo muy habitual: las quejas.
En la sociedad moderna, es bastante común soltar una queja tras otra sobre el tráfico, el clima, el trabajo, o la economía. Y aunque para algunos es solo una forma de desahogo o una manera de liberar tensiones, los expertos advierten que quejarse todo el tiempo no es tan inofensivo como parece. De hecho, puede ser más perjudicial de lo que creemos.
¿Por qué nos quejamos tanto? 🤷♂️
Aunque todos hemos caído en el hábito de quejarnos, esto se ha convertido en una especie de fenómeno global. Desde las charlas cotidianas en la familia hasta las conversaciones laborales, no hay contexto que se escape. Pero, ¿cuál es el problema cuando nos quejamos demasiado? Pues que, aunque quejarse de vez en cuando es normal, cuando lo hacemos de manera crónica, comenzamos a notar efectos negativos en nuestra salud mental, emocional e incluso física.
Algunos expertos aseguran que quejarse es como una respuesta natural al estrés, una forma de liberar la presión. Además, cuando expresamos nuestras quejas, buscamos validación: queremos que otros nos digan “sí, tienes razón, todo está mal”. Este es un patrón social tan común, que ni siquiera lo notamos.
¿Qué pasa en nuestro cerebro cuando nos quejamos? 🧠
La neurociencia ha comenzado a estudiar cómo afecta este hábito a nuestro cerebro. Y aunque todavía es un área de investigación, los estudios han demostrado que nuestro cerebro está diseñado para centrarse en lo negativo. Este “sesgo de negatividad” tiene su origen en la prehistoria, cuando enfocarnos en los peligros nos ayudaba a sobrevivir. Sin embargo, en el mundo moderno, este enfoque en lo negativo no siempre es útil, ¡y puede hasta volverse perjudicial!
De hecho, quejarse con frecuencia puede causar cambios en las estructuras cerebrales, lo que afecta nuestra capacidad para resolver problemas o tomar decisiones. Es como si al lamentarnos una y otra vez estuviéramos entrenando a nuestro cerebro para ver siempre lo malo, lo cual, claro, aumenta nuestra frustración.
La queja y la salud mental
Los estudios también han relacionado este comportamiento con síntomas como ansiedad, depresión, fatiga mental e incluso baja autoestima. Y, como es de esperar, las personas que no paran de quejarse suelen ser más pesimistas y menos capaces de enfrentar los retos.
¿Cómo dejar de quejarse y empezar a cambiar de actitud?
Aquí van algunos consejos prácticos para cortar con este círculo vicioso:
- Practicar la gratitud: En lugar de enfocarnos en lo que no tenemos o lo que no va bien, es clave reconocer las cosas buenas. Lleva un diario de gratitud para cambiar tu perspectiva.
- Buscar soluciones: Hacer una lista de posibles acciones para mejorar una situación nos da un sentido de control y reduce la frustración.
- Presta atención a lo que dices: Cambiar el lenguaje negativo por algo más positivo o neutral ayuda a mejorar nuestro estado de ánimo.
- Establecer límites: Evitar conversaciones que se centren únicamente en lo malo y proponer enfoques más constructivos.
No se trata de eliminar las quejas por completo, porque todos necesitamos desahogarnos de vez en cuando. Pero la clave está en no dejar que las quejas tomen control de nuestra vida. Si eres consciente de este hábito y trabajas en cambiarlo, notarás un cambio positivo en tu bienestar general. ¡No dejes que el lamento se apodere de ti! 💪