En Halifax, Canadá, una pequeña carpa naranja se ha convertido en el “hogar” de Andrew Goodsell, quien lleva más de un año viviendo en ella. Este hombre de 37 años ha estado sin techo casi una década, tras perder su trabajo como profesor de surf debido al aumento de los alquileres en la ciudad.
Halifax, como muchas otras ciudades canadienses, enfrenta una crisis de vivienda, y ha optado por una medida controversial: en vez de desalojar a las personas sin hogar, les ha proporcionado zonas legales para que puedan acampar. Estos campamentos fueron establecidos en el verano, tras la saturación de los refugios. A día de hoy, nueve sitios han sido habilitados, aunque solo cinco están en funcionamiento. Cada espacio tiene un límite de 12 carpas, pero en algunos casos, el número de residentes supera esa cifra.
La ciudad de Halifax, en su intento de encontrar una solución a la creciente población sin hogar, ha creado campamentos donde los residentes reciben asistencia, como baños portátiles y agua. Pero el gobierno local también está presionando para aumentar la construcción de viviendas accesibles. Max Chauvin, director de vivienda de la ciudad, señala que la crisis de vivienda se ha vuelto aún más urgente tras la pandemia, y que este problema es “el tema de la década”.
A pesar de las buenas intenciones, esta medida ha causado controversia. Algunos habitantes de los campamentos, como Goodsell, opinan que el dinero destinado a los campamentos debería invertirse en viviendas permanentes, y no en mantener a las personas en situaciones precarias. Además, la convivencia en estos campamentos no siempre es fácil. Residen allí adultos mayores, estudiantes y familias que enfrentan violencia y acosos.
Por otro lado, algunos residentes de los vecindarios cercanos a estos campamentos se sienten incómodos por la cercanía de los mismos. Clarissa, una madre de tres hijos, explica que la situación se ha vuelto peligrosa, ya que temen pisar agujas o enfrentar peleas entre residentes.
Este enfoque es radicalmente diferente al de muchos lugares en los EE. UU., como California, donde las autoridades han destruido miles de campamentos de personas sin hogar. De hecho, California ha prohibido acampar en espacios públicos, mientras que en Halifax se ha legalizado. El gobierno canadiense ha defendido la política, alegando que es una respuesta temporal mientras se buscan soluciones más duraderas.
Aunque algunos critican el enfoque de Halifax, la mayoría está de acuerdo en que la falta de viviendas accesibles es el verdadero problema. “Canadá tiene tantos recursos, pero la gente no puede permitirse vivir aquí”, dice Goodsell. Samantha Nickerson, quien vive en otro campamento, añade que muchos en su situación están tratando de reconstruir sus vidas, pero los obstáculos siguen siendo enormes.
A pesar de la controversia, Halifax sigue apostando por este enfoque, mientras la ciudad se prepara para enfrentar el invierno con personas como Goodsell que, por ahora, siguen esperando una solución definitiva.