Imagínate pasar meses enteros bajo tierra, buscando oro, en una ciudad secreta controlada por bandas, con mercados, bares e incluso zonas rojas. Eso es exactamente lo que vive Ndumiso, un hombre de 52 años, que junto a otros 600 mineros, sobrevive en las profundidades de una mina de oro abandonada en Sudáfrica.
Tras ser despedido por una empresa minera, Ndumiso se unió a una de estas bandas para convertirse en un “zama zama”, un minero ilegal que se arriesga a todo para extraer el codiciado metal y venderlo en el mercado negro. Cada tres meses, sale a la superficie para vender su oro, lo que le permite ganar mucho más que antes, aunque a costa de su vida.
“La vida bajo tierra es despiadada. Muchos no salen vivos”, comparte Ndumiso, quien, por razones de seguridad, pidió que no se revelara su verdadero nombre. En un nivel del pozo, dice, hay un “cementerio zama-zama” lleno de cadáveres, pero para aquellos que logran sobrevivir, las recompensas pueden ser grandes.
A pesar del peligro constante, Ndumiso pudo comprar una casa por US$7.000 en un municipio de Johannesburgo, donde su familia vive cómodamente. Logró enviar a sus tres hijos a colegios privados, y uno de ellos ahora está en la universidad. “Tengo que mantener a mi familia, y esta es la única forma que conozco”, afirma.
Situación tensa con el gobierno.
La mina en la que trabaja Ndumiso está en el ojo del huracán luego de que el gobierno sudafricano, a través de un ministro, prometiera tomar acciones para desalojar a los mineros ilegales. La situación se intensificó cuando se suspendió el suministro de alimentos y agua, y grupos activistas empezaron a demandar el acceso a las minas para entregar ayuda básica a los trabajadores.
“Este negocio lleva años descontrolado”, dijo Mikateko Mahlaule, un líder parlamentario. Las comunidades mineras enfrentan delitos como robos y violencia, pero, según el presidente Cyril Ramaphosa, el gobierno se encuentra negociando con los mineros en lugar de arrestarlos.
Trabajo clandestino pero lucrativo.
Aunque la minería ilegal es peligrosa, muchos mineros, como Ndumiso, ven la oportunidad de ganar más dinero que en trabajos formales. En algunas minas abandonadas de Sudáfrica, especialmente en el área de Gauteng, se calcula que hay unos 36.000 zama zamas. Aunque las minas no son rentables para las grandes empresas, representan una fuente importante de empleo para los mineros que no encuentran trabajo legal.
Ndumiso explica que, en sus primeros años como minero, ganó menos de US$220 al mes en una mina legal. Después de ser despedido, se unió a la minería ilegal, una industria que está marcada por el peligro, las armas y las bandas rivales. Muchos mineros como él llevan pistolas para protegerse, y pagan una “cuota de protección” para asegurarse de que puedan trabajar sin ser atacados.
Bajo la protección de su banda, Ndumiso utiliza dinamita y herramientas rudimentarias para encontrar oro. El 80% de lo que halla se lo entrega a su jefe, quien le paga al menos US$1.100 cada dos semanas. La parte que puede quedarse la vende en el mercado negro. A pesar de los riesgos, su salario es mucho mayor al que recibía como trabajador en una mina legal.
Una ciudad subterránea.
Ndumiso describe la mina como una ciudad subterránea con varios niveles de túneles. Hay señales que indican el camino a seguir, e incluso un “cementerio” donde muchos mueren por accidentes o violencia de bandas rivales. “La gente muere por robo o por caídas de rocas”, cuenta, recordando a un amigo al que le dispararon por su oro.
A pesar de los peligros, miles de mineros siguen arriesgando sus vidas en estas condiciones extremas, ya que no tienen otra alternativa en un país donde el desempleo supera el 30%.
Oportunidad o desesperación.
Para Ndumiso, el trabajo en la minería ilegal ha sido la única forma de salir adelante tras años de lucha por conseguir empleo. Aunque su vida bajo tierra es peligrosa, el salario que obtiene le permite darle a su familia una vida mejor. Su historia refleja el drama de miles de sudafricanos atrapados en una economía subterránea llena de riesgos, pero también de enormes ganancias para aquellos que sobreviven.