Asma al Assad, la esposa de Bashar al Assad, alguna vez fue retratada como una figura de elegancia y modernidad. Descrita por Vogue en 2011 como “chic, magnética y glamurosa”, su imagen internacional dio un giro dramático cuando su esposo intensificó la represión contra los manifestantes en Siria. Aunque ese artículo de la revista fue eliminado poco después, el contraste entre su figura y los hechos que sucedieron en el país marcó un antes y un después en su historia.
El cambio más reciente ocurrió este fin de semana, cuando fuerzas rebeldes entraron a Damasco, poniendo fin a más de dos décadas de gobierno autoritario de Bashar al Assad. La familia presidencial, compuesta por Asma, su esposo y sus tres hijos, abandonó Siria rumbo a Rusia, donde se les otorgó asilo por “razones humanitarias”.
“Siempre fiel a Siria”.
Asma al Assad se había mantenido firme junto a su esposo durante los años de conflicto. En 2016, rechazó ofertas de asilo, declarando al canal ruso Rossiya 24: “He estado aquí desde el principio y nunca he pensado en irme”. Sin embargo, la guerra civil y las acusaciones de crímenes de guerra contra el régimen la colocaron en el ojo del huracán.
No solo enfrentó críticas internacionales, sino que también fue apodada “la dama de la muerte” por sus detractores. Sus defensores, por otro lado, la llamaban “el jazmín de Damasco”. La polarización respecto a su figura refleja el impacto de su papel como defensora pública del régimen y su protagonismo en las redes sociales.
Controversias y sanciones.
En 2017, después de un ataque con misiles ordenado por Estados Unidos en respuesta a un presunto uso de armas químicas en Jan Sheijoun, Asma criticó abiertamente la acción en sus redes sociales, calificándola de “irresponsable y ciega”. Ese mismo año, sectores en Reino Unido solicitaron que se le retirara la ciudadanía británica, argumentando que utilizó su posición para justificar las acciones del régimen.
Los ataques químicos no eran una novedad. En 2013, otro ataque en las afueras de Damasco resultó en la muerte de cientos de personas. Aunque el gobierno de Al Assad negó su participación, la presión internacional lo obligó a desmantelar parte de su arsenal químico. Sin embargo, los informes de crímenes de guerra continuaron acumulándose contra todos los bandos del conflicto.
De Londres a Damasco.
Nacida como Asma Akhras en Londres, en el seno de una familia siria, creció en un entorno privilegiado. Su padre era un prestigioso cardólogo y su madre, diplomática. Tras estudiar en el Queen’s College y luego graduarse en informática en King’s College, inició una carrera como banquera en Londres. Allí conoció a Bashar al Assad, quien estudiaba oftalmología.
Cuando Bashar asumía la presidencia de Siria en 2000, Asma dejó atrás su vida en Reino Unido para casarse con él y adoptar un papel público clave en la proyección de un liderazgo modernizador. Pero esa imagen de “progreso” se desmoronó rápidamente con el estallido del conflicto.
Una “rosa” bajo el escrutinio mundial.
En 2011, Vogue publicó un perfil titulado “Una rosa en el desierto”, destacando su glamour y su rol como primera dama. Sin embargo, el reportaje fue posteriormente calificado como propaganda, y la revista lo eliminó de su web tras las primeras acusaciones de brutalidad contra el régimen.
Con el tiempo, Asma pasó a centrarse en actividades humanitarias dentro de Siria, promoviendo ayuda para desplazados y huérfanos. No obstante, su papel fue visto como contradictorio por la comunidad internacional debido a su defensa constante de Bashar.
Luchas personales.
En 2018, se le diagnosticó cáncer de mama. Según contó en una entrevista en 2019, logró superarlo gracias a un diagnóstico temprano. En mayo de 2024, la presidencia siria informó que sufría leucemia y que, debido al tratamiento, estaría alejada de sus funciones.
Hoy, Asma al Assad está en Moscú junto a su familia, cerrando un capítulo lleno de luces y sombras que la coloca en un lugar controvertido dentro de la historia reciente de Siria. ✨