Cada año, en las montañas de Hidalgo y Querétaro, los fervientes devotos suben a los cerros para renovar los murales de la Virgen de Guadalupe, una tradición que une a los pueblos de la región con un acto lleno de fe y dedicación. 👩🎨
En el cerro de Macuila, en el municipio de Metztitlán, Hidalgo, un mural gigante de la Guadalupana, pintado hace ya 20 años por artesanos locales, mide 120 metros de alto por 60 de ancho. ¡Un total de 7,200 metros cuadrados de pintura! Esta obra, que fue realizada por los pobladores de Macuila, Hualula y algunas otras localidades cercanas, fue creada sin mucha experiencia en murales, pero con mucha voluntad. Aunque no sabían mucho de pintura, los artesanos encontraron la manera de trazar la figura de la Virgen en el cerro.
El proceso comenzó con una limpieza del cerro por parte de los vecinos. Después, durante 15 días, más de 200 voluntarios subieron al cerro con pintura a base de aceite para llenar de color las rocas que formaban la silueta de la Virgen. Este trabajo se repite cada año, justo antes del 12 de diciembre, cuando se celebra el Día de la Virgen de Guadalupe.
En 2024, las lluvias que azotaron la región despintaron parte de la imagen, lo que motivó nuevamente a los habitantes a organizar brigadas para repaintar las rocas. Con rociadores portátiles y con recursos propios, estos voluntarios suben al cerro, ubicado a más de 1,300 metros de altura, para asegurar que la Virgen siga siendo visible desde kilómetros a la redonda. Para muchos, la Virgen de Macuila es considerada la Protectora de la Sierra.
Por otro lado, en el cerro de Camargo, en Peñamiller, Querétaro, también existe otro mural dedicado a la Virgen de Guadalupe, pero en este caso, la pintura es un poco más pequeña: mide 70 metros de alto y 40 de ancho. Esta imagen fue pintada por los mineros locales, que trabajaban en una mina de mercurio en la base del cerro. Cada vez que los mineros se preparan para entrar a trabajar, se persignan y rezan a la Virgen para pedir su protección. Esta imagen también es muy querida por la gente de la región, y cada año recibe su retoque para que siga siendo un símbolo de fe y esperanza.