Un operativo policial digno de película se vivió este viernes en Corea del Sur. Más de 100 agentes, armados con una orden judicial, se presentaron en la residencia del expresidente Yoon Suk-yeol para detenerlo. Sin embargo, tras seis horas de tensión, se fueron con las manos vacías.
Durante ese tiempo, el equipo de seguridad de Yoon formó una barricada humana, respaldada por vehículos, para bloquear a los agentes. Este acto, reportado ampliamente por los medios locales, refleja el caos político que vive el país.
El mes pasado, Yoon sorprendió al mundo al imponer la ley marcial, una medida que fracasó casi de inmediato. El Parlamento respondió con una votación histórica para destituirlo, lo que desencadenó una investigación criminal. A pesar de esto, Yoon se negó a comparecer ante las autoridades, y esta semana se giró una orden de arresto en su contra.
El muro humano de la lealtad.
Aunque Yoon ya no tiene poderes presidenciales, todavía conserva a su equipo de seguridad. Este grupo fue clave para frustrar el intento de arresto. Según expertos, su lealtad podría deberse tanto a vínculos personales como a una “interpretación errónea” de su rol legal.
Incluso se señala que Yoon colocó a aliados estratégicos en posiciones clave dentro del Servicio de Seguridad Presidencial (SSP), anticipándose a escenarios como este. Por ejemplo, el actual jefe del SSP, Park Jong-joon, fue designado directamente por Yoon en septiembre, y ahora enfrenta interrogatorios por su participación en estos hechos.
Polarización y protestas.
La tensión no termina en la residencia de Yoon. Miles de seguidores del expresidente se congregaron este viernes para bloquear su arresto, algunos con pancartas que rezaban “Stop the steal!”, un lema inspirado en los seguidores de Trump en Estados Unidos.
Esta situación refleja una fuerte polarización en la política surcoreana. Mientras la mayoría rechaza la ley marcial decretada por Yoon y exige que rinda cuentas, sus seguidores defienden su causa, argumentando que ha sido víctima de un complot.
Un terreno desconocido.
La incertidumbre crece, ya que la orden de arresto contra Yoon vence el próximo 6 de enero. Las autoridades podrían intentar nuevamente detenerlo, pero el riesgo de enfrentamientos sigue latente.
El panorama no es alentador. La Oficina de Investigación de la Corrupción (OIC), que analiza el caso, considera este episodio un desafío monumental. Yoon no solo es el primer expresidente surcoreano en enfrentar un posible arresto antes de dejar el cargo, sino también el protagonista de una crisis política que promete seguir dando de qué hablar.
Corea del Sur está en un terreno inexplorado, y todo apunta a que la novela política continuará con más giros inesperados.