“¿Me regala su cédula?”
La primera vez que escuché esa frase me quedé en blanco. Recién había llegado a Colombia y, tratando de instalar internet para trabajar, me soltaban esta solicitud como si fuera lo más normal del mundo. Pero para alguien del Reino Unido, donde ese documento no existe, resultaba desconcertante.
Intenté usar mi pasaporte, pero me dijeron que no servía. “Sin cédula no hay instalación”, me explicaron. Fue mi primer roce con lo que muchos llaman la burocracia latinoamericana.
Lo curioso es que esa pregunta, “¿me regala la cédula?”, me perseguiría desde entonces: en el supermercado, al abrir una línea telefónica, entrando a un edificio o, incluso, si un policía me la pedía en la calle. Todo esto me parecía surrealista. 🤯
En países como Colombia, sin una cédula en regla puedes quedar prácticamente fuera del sistema: sin acceso a servicios bancarios, de salud o hasta sin posibilidad de sacar una licencia de conducir, a pesar de haber pasado los exámenes. Y conseguirla, ojo, no siempre es fácil. Los retrasos en los plásticos y los problemas técnicos para sacar citas han hecho de este trámite una auténtica pesadilla para muchos.
La omnipresencia de la cédula en la región.
Lo que a simple vista parece un “documento básico”, en Latinoamérica es mucho más. En países como Chile, Perú, Bolivia, Ecuador o Venezuela, la cédula nació a principios del siglo XX como una herramienta para el voto y para frenar fraudes electorales. Con el tiempo, se convirtió en el documento estrella para casi todo: pagar impuestos, acceder a educación, salud, trabajo y hasta comprar boletos de autobús.
En otras regiones, como Reino Unido, el simple hecho de mencionar la idea de una cédula desata controversia; muchos lo ven como una forma de control. Pero en Latinoamérica, la cédula juega un papel distinto. Es el gran nivelador, según Valentina Pellegrino, antropóloga de la Universidad de los Andes: “En una región con desigualdad y exclusión, es una de las pocas formas de identificar por igual a todos”.
Eso sí, el uso excesivo tiene sus desventajas. En Colombia, por ejemplo, algunos negocios hasta ofrecen fotocopias de cédula como servicio estándar. ¿Por qué? ¡Porque la piden para todo! 🖨️
¿Burocracia o desconfianza?
Muchos extranjeros consideran esta obsesión como una “manía” heredada del pasado. Según expertos, se trata de una mezcla de burocracia y desconfianza. “La sociedad colombiana, marcada por conflictos armados y violencia, ha desarrollado una necesidad constante de verificar identidades”, comenta Olga Restrepo, antropóloga de la Universidad Nacional de Colombia.
Este ambiente también se refleja en prácticas comunes, como revisiones en los centros comerciales, rejas en las propiedades y la omnipresencia de guardias de seguridad.
Además, América Latina no es conocida precisamente por su seguridad. Según estadísticas, es la región más violenta del mundo, lo que refuerza la percepción de que el uso masivo de la cédula es una medida necesaria para protegerse.
¿Un sistema que excluye?
Aunque la cédula tiene su utilidad, también plantea problemas serios. Carolina Botero, abogada y experta en derecho digital, señala que en muchos países de la región los datos personales vinculados a la cédula no están suficientemente protegidos. Esto abre la puerta a vulneraciones de privacidad.
Además, el sistema puede excluir a quienes no tienen fácil acceso al documento. Por ejemplo, comunidades indígenas en zonas remotas o extranjeros que enfrentan largos trámites para obtener su cédula y acceder a servicios básicos.
“Sin cédula, estás fuera del sistema”, resume Pellegrino. Y esa exclusión se nota más cuando intentas hacer algo tan simple como comprar en una tienda o usar un servicio básico.
¿Será hora de repensar la cédula?
Para millones de latinoamericanos, la cédula es indispensable. Pero quizás ha llegado el momento de preguntarnos si estamos abusando de su uso o si deberíamos modernizar los sistemas de identificación para que sean más inclusivos y menos invasivos. Porque, aunque no hay duda de que es el “súper documento”, también puede convertirse en un dolor de cabeza para quienes no están acostumbrados a vivir en “modo cédula”.