El río Catatumbo, en el noreste colombiano, no solo riega una de las regiones más ricas en recursos naturales del país, sino que también es testigo de una larga historia de violencia. Hoy, este territorio vuelve a ser escenario de sangrientos enfrentamientos entre el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las disidencias de las FARC, un conflicto que ha dejado al menos 80 muertos y más de 30.000 desplazados desde el pasado 15 de enero.
El gobierno colombiano ha declarado el estado de conmoción interior para intentar contener una situación que ya se califica como crisis humanitaria. Este choque de poderes pone en peligro la estrategia de “paz total” que promueve el presidente Gustavo Petro, quien no dudó en calificar la situación como “un fracaso de la nación”. Las negociaciones con el ELN están suspendidas, y miles de soldados han sido desplegados en la zona.
Una región codiciada por su riqueza
El Catatumbo, que abarca más de 4.800 km² en el departamento Norte de Santander y parte del Cesar, no solo es una joya natural con bosques, selvas y recursos como petróleo, agua, carbón y cultivos, sino también una puerta de entrada a Venezuela. Esta ubicación estratégica lo convierte en un corredor clave para grupos armados y economías ilícitas.
Desde los años 70, guerrillas como el ELN, el EPL (ya desmovilizado) y las FARC reconocieron su potencial, instalándose en la región y enfrentándose tanto entre ellos como contra el Estado. Posteriormente, en los años 90, los paramilitares llevaron a cabo brutales masacres, dejando un rastro de horror que marcó la zona con fosas comunes a lo largo del río Catatumbo.
Un territorio lleno de contrastes.
Aunque el Catatumbo fue la primera provincia petrolera de Colombia en el siglo XX, su riqueza no se tradujo en bienestar para sus habitantes. La falta de infraestructura, educación, salud y oportunidades laborales ha dejado a sus comunidades marginadas y vulnerables.
El acuerdo de paz de 2016 con las FARC trajo esperanza, pero en esta región nunca se materializó. Los vacíos dejados por las FARC fueron ocupados rápidamente por otros grupos armados, como las disidencias y el ELN, quienes explotaron cultivos como cacao, coca y otros recursos agrícolas. La coca, en particular, ha convertido al Catatumbo en uno de los enclaves cocaleros más importantes de Colombia, con casi 54.000 hectáreas sembradas en 2023, según Naciones Unidas.
Entre el narcotráfico y la lucha por el control.
La ubicación fronteriza con Venezuela, sumada a la debilidad del Estado, ha hecho del Catatumbo un semillero de economías ilícitas, desde el narcotráfico y la extorsión hasta el lavado de activos y el tráfico de migrantes. El ELN y las disidencias de las FARC, aunque mantuvieron cierta “coexistencia” desde 2019 gracias a acuerdos tácitos, han roto ese frágil equilibrio, llevando a una escalada de violencia.
Una paz lejana pero crucial.
El futuro del Catatumbo no solo afecta a la región, sino a toda Colombia. Sin paz en esta zona, parece imposible alcanzar la estabilidad nacional. Además, el ELN, considerado el grupo guerrillero más grande activo del país, tiene una influencia binacional al operar también en territorio venezolano. Esto complica cualquier negociación, ya que Venezuela es garante de los acuerdos de paz y mantiene tensas relaciones con el gobierno de Petro.
Según analistas, el ELN podría imponerse en esta pugna por el poder, mientras las disidencias buscarían acercarse al Estado para sobrevivir. Sin embargo, el fortalecimiento del ELN podría generar nuevos obstáculos para la paz que Colombia tanto anhela.
A poco más de un año de las elecciones presidenciales, lo que ocurra en el Catatumbo definirá no solo el debate sobre la seguridad y la paz, sino también el futuro político del país. 🌊