⚠️ Advertencia: Esta historia incluye lenguaje explícito y descripciones perturbadoras de violencia sexual.
Era una noche tranquila de febrero cuando Hannah Grundy recibió un mensaje aterrador en su bandeja de entrada en Sídney, Australia. “Te seguiré enviando correos porque esto debe ser de tu interés”, decía el mensaje, firmado por un remitente anónimo. Dentro, un enlace y una advertencia en negritas: “(Esto) contiene material perturbador”.
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Hannah, dudando de la veracidad del mensaje, pensó que podría tratarse de un intento de estafa. ¡Pero la realidad era mucho peor! Al hacer clic, lo que encontró fue una web llena de pornografía falsa con su imagen, acompañada de fantasías de violación y amenazas escalofriantes. “Estaba atada, parecía aterrada, con lágrimas en los ojos”, recuerda Hannah.
En algunas de las fotos aparecía su nombre completo, su cuenta de Instagram, ¡y hasta su número de teléfono! Fue el comienzo de una pesadilla que la hizo enfrentarse a una traición espantosa, llevándola a descubrir que la persona detrás de esto era alguien cercano a ella. Un hacker había usado deepfakes para crear imágenes falsas a partir de fotos reales y amenazarla.
La pesadilla de la “destrucción de Hannah”.
El sitio web, titulado “La destrucción de Hannah”, contenía una encuesta donde se pedía a los usuarios votar sobre las formas más crueles de abusar de ella, además de más de 600 fotos manipuladas de su rostro. “Estaba en shock puro”, dice Hannah, recordando el miedo y la inseguridad que sintió al descubrir que sus amigas también habían sido víctimas. Las imágenes provenían de sus redes sociales privadas, y el responsable era alguien que todas conocían.
Con la angustia y el miedo al acecho, Hannah y su pareja Kris Ventura se convirtieron en detectives. Después de investigar y analizar conexiones entre sus amistades en redes sociales, llegaron a tres posibles sospechosos. En cuanto redujeron la lista, un nombre sobresalió: Andrew Hayler, un amigo de la universidad.
Una traición inesperada.
Andrew había sido cercano, el tipo de amigo considerado que siempre se preocupaba por las chicas en el bar y las acompañaba a casa después de salir. Hannah pensaba en él como un buen amigo, pero todo cambió cuando comenzaron a descubrir que él era el que había traicionado su confianza de manera devastadora.
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La difícil lucha contra la indiferencia policial.
Al día siguiente, con la esperanza de que la policía tomara cartas en el asunto rápidamente, Hannah se presentó en la comisaría, pero la respuesta fue muy diferente de lo que esperaba. “Nos trataron como si estuviéramos exagerando”, recuerda, mencionando cómo un oficial de la policía llegó a sugerir que simplemente le pidiera a Andrew que parara.
En medio de la falta de apoyo policial, la pareja recurrió a un abogado y un forense digital para avanzar en la investigación. Fue una lucha constante contra la burocracia y el desinterés, gastando más de 20,000 dólares australianos para tratar de frenar la amenaza.
Un juicio histórico.
Finalmente, después de dos años de lucha y varios retrasos, Andrew fue arrestado en 2022, y el caso tomó un giro inesperado. En ese momento, no existían leyes en Australia que penalizaran la creación de deepfakes pornográficos. Pero el caso de Hannah fue histórico. En un juicio sin precedentes, las mujeres afectadas dieron testimonios contundentes.
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El propio Andrew admitió su culpa, pero lo justificó diciendo que crear esas imágenes lo hizo sentir “empoderado”. Sin embargo, la juez Jane Culver dejó claro que el daño era profundo y continuado. La sentencia fue histórica: 9 años de prisión para Andrew.
La justicia finalmente llega.
Hannah y sus amigas no pudieron soportar estar en la misma sala durante las disculpas de Andrew, pues sabían que nada de lo que dijera podría remediar el daño. A pesar de la condena, el miedo persiste. “Esas imágenes estarán siempre en internet”, lamenta Hannah, temerosa de que su futuro, su trabajo y su vida se vean afectadas por los deepfakes que aún rondan la web.
La lucha continúa.
Aunque Australia ha comenzado a tomar medidas más serias contra los delitos relacionados con deepfakes, muchos países aún tienen lagunas legales. La tecnología avanza rápido, pero las leyes y las fuerzas policiales están lejos de ir a la par.
“El daño no desaparece”, dice Kris. “Puedes tener las leyes que quieras, pero si no tienes policías capacitados para hacerlas cumplir, las víctimas siguen pagando el precio.”