Cuando Alison Vivas abordó un avión rumbo a México en 2017, jamás imaginó que su vida cambiaría para siempre. Con solo 22 años, soñaba con independizarse y ayudar a su madre a salir de un hogar violento. Su amiga Milena le había ofrecido un trabajo en Cancún que sonaba como la oportunidad perfecta, pero lo que encontró al aterrizar fue una pesadilla.

Alison cayó en manos de una red de trata de personas que la explotó sexualmente durante meses. Le retuvieron su pasaporte, le impusieron una deuda impagable y la obligaron a trabajar en un restaurante que en realidad era una fachada para la prostitución forzada. Sus intentos de escapar fueron bloqueados con amenazas y un control absoluto sobre su vida.
El horror aumentó cuando la trasladaron a un bar en las afueras de Cancún, un prostíbulo donde debía bailar y prestar servicios sexuales. Cada intento por pagar su deuda se esfumaba con multas injustas y costos que nunca dejaban de crecer.

Su calvario terminó cuando la policía irrumpió en el lugar y la rescató junto a otras mujeres. Sin embargo, su liberación no fue sencilla: pasó días encerrada en una estación de policía antes de ser deportada a Colombia. Hoy, ocho años después, rompe el silencio para contar su historia y advertir sobre las redes de trata que siguen atrapando a miles de mujeres en el mundo.
