En un rincón apartado de Jalisco, México, donde el sol quema fuerte sobre los campos de caña, se encuentra un pequeño terreno rodeado por paredes de concreto y un portón negro de madera con dos caballos pintados, que anuncia el nombre del lugar: Rancho Izaguirre.

Este sitio, que para muchos en el municipio de Teuchitlán pasaba desapercibido, se convirtió en el centro de la atención en septiembre de 2024, cuando la Guardia Nacional allanó el lugar, tras una operación llena de tiroteos, donde se arrestaron a 10 personas, se rescató a dos secuestrados y se encontró un cadáver.
Aunque la Fiscalía local afirmó que no había más hallazgos en el lugar después de los allanamientos, el grupo Guerreros Buscadores de Jalisco denunció que allí había hornos crematorios utilizados por el Cartel de Jalisco Nueva Generación para desaparecer a sus víctimas, un rumor que la fiscalía desmintió, pero que sigue siendo defendido por los buscadores. Los vecinos de Teuchitlán los acusan de ser cómplices, de estar quemando al pueblo.
A pesar de los crecientes rumores y desconfianza hacia las autoridades, la presidenta Claudia Sheinbaum pidió esperar los resultados de las investigaciones. Mientras tanto, cada día, un grupo de camionetas de las fiscalías y la Guardia Nacional llegan al rancho en medio del calor, mientras que por la noche el lugar queda desolado, como si no fuera el foco de un escándalo mundial.

El pueblo vive una dualidad. A pesar de la conmoción global, Teuchitlán sigue su ritmo tranquilo. Niños juegan en las calles, campesinos se reúnen en la plaza al atardecer y las madres llevan a sus hijos a catequesis.
Sol Rivera, vecina del lugar, comenta: “No es que estemos ignorando lo que pasa, sino que queremos que el mundo vea que somos gente honesta, que estamos con las madres que buscan a sus hijos”.
Por otro lado, las desapariciones siguen siendo un tema doloroso para muchas familias. Rosalba Magaña, madre de un joven desaparecido en 2017, sigue buscando a su hijo, mientras denuncia la falta de acción de las autoridades, algo que parece no cambiar, ya que el número de desaparecidos en México ha aumentado exponencialmente en los últimos años.
El Rancho Izaguirre está ubicado de manera estratégica: cerca de la ciudad, pero lo suficientemente apartado como para no levantar sospechas. Según el experto en seguridad David Saucedo, estos lugares suelen estar aislados para realizar actividades criminales sin ser detectados, pero por su cercanía con Guadalajara, los carteles los usan como puntos de reclutamiento y entrenamiento para sus nuevos miembros.

Las imágenes de drones sobre el rancho revelan características de una academia militar, como caminos de obstáculos y trampas en el suelo, lo que respalda la teoría de que se utilizaba como centro de entrenamiento para miembros del crimen organizado.
La comunidad de Teuchitlán sigue luchando por no ser asociada con el horror que se vivió en Rancho Izaguirre. La gente sigue su vida, pero el temor y la desconfianza en las autoridades crecen, mientras las madres de los desaparecidos siguen luchando por respuestas, por un futuro sin más tragedias.