China se está jugando una de sus cartas más fuertes en plena guerra comercial con Estados Unidos: su dominio absoluto en el negocio de las tierras raras, esos minerales clave que se usan en de todo, desde iPhones hasta armas de última generación.

Y es que Beijing controla el 92 % del procesamiento mundial de estos elementos, un poder que ha sabido guardar para el momento preciso. Mientras Trump sube los aranceles, China responde bloqueando exportaciones de siete tipos de tierras raras, golpeando justo donde duele: en la industria tecnológica y militar de EE.UU.
El mensaje de Xi Jinping fue clarito desde hace años.
En 2019, en un recorrido por una fábrica en Ganzhou, el presidente Xi Jinping soltó una frase que hoy cobra fuerza: “Las tierras raras son un recurso estratégico vital”. Desde entonces, China ha seguido reforzando su liderazgo en este rubro, invirtiendo en tecnología y dominando toda la cadena, desde la mina hasta el imán.

No es que estos minerales no existan en otros países, pero extraerlos es costoso, complicado y poco amigable con el ambiente. Y aunque EE.UU. tiene reservas, el proceso de recuperar su independencia en esta industria va pa’ largo.
La jugada de Beijing sacude el tablero.
El pasado 4 de abril, China impuso restricciones para exportar varios tipos de tierras raras, lo que dejó en el limbo a empresas estadounidenses y europeas. Los permisos ahora son obligatorios para sacar estos materiales del país, y muchas compañías quedaron congeladas.
“Los envíos simplemente se detuvieron”, contó John Ormerod, de la consultora JOC. Varias firmas se quedaron esperando mercancía sin tener claro cómo cumplir los nuevos requisitos.
Por su parte, Joshua Ballard, CEO de USA Rare Earth, explicó que las restricciones afectan especialmente a las tierras raras “pesadas”, mucho más escasas y difíciles de procesar. “No tenemos suficiente inventario en EE.UU., y esta fue una movida muy bien pensada de China”, advirtió.
Y no solo se afecta el material en bruto, sino también productos y aleaciones donde haya presencia mínima de estos elementos, lo que complica aún más el panorama, según Thomas Kruemmer, experto en comercio internacional.
No es la primera vez que China se pone firme.
Ya en 2010 China había detenido el suministro de tierras raras a Japón por una disputa política, y en 2023 prohibió la exportación de tecnologías clave para separar estos minerales. O sea, este movimiento ya se veía venir.
Mientras tanto, EE.UU. intenta ponerse al día. Desde 2020, el Departamento de Defensa ha invertido más de 439 millones de dólares para levantar una cadena de suministro local. La meta: independencia total en este sector para 2027.
Nicholas Myers, CEO de Phoenix Tailings, asegura que su empresa ya procesa tierras raras sin generar residuos ni emisiones, y está aumentando su producción anual de 40 a 400 toneladas con una nueva planta en Nueva Hampshire. “Todo lo hacemos dentro de EE.UU., sin depender de China”, afirma.
¿Y qué pasa con la industria americana?
Aunque hay esfuerzos serios por reactivar la producción local, la pérdida de conocimiento técnico y la falta de infraestructura hacen cuesta arriba competir con los chinos. Según Ormerod, muchas empresas gringas dejaron el negocio cuando China empezó a ofrecer precios más bajos y apoyo gubernamental.
Entre 2020 y 2023, EE.UU. importó el 70 % de sus tierras raras desde China, según el Servicio Geológico estadounidense. Y mientras se pone en marcha la reconstrucción de la industria, el tiempo juega en contra.
USA Rare Earth ya está montando una fábrica de imanes en Texas, con la idea de producir hasta 5,000 toneladas al año, además de contar con un yacimiento importante en el oeste del estado. El problema: aún no tienen la tecnología de procesamiento lista.
“Tenemos que movernos más rápido”, dice Ballard. “Hay que aprovechar lo poco que tenemos y empezar a construir en serio”.