“#Trump nos metió en aprietos”: #FabricantesChinos sienten el golpe de los #Aranceles y buscan plan B. 😰
Entre cajas llenas de productos que antes volaban de los estantes de Walmart, Lionel Xu no puede ocultar su frustración:
“Trump está loco”, dice mientras señala los kits anti-mosquitos de su empresa, Sorbo Technology, que ahora solo juntan polvo en un almacén de la provincia de Zhejiang.
Desde que Estados Unidos impuso aranceles del 145% a productos chinos, las ventas se desplomaron. Xu lo dice sin rodeos: “Esto nos está pegando durísimo”. Casi la mitad de lo que produce su fábrica —con unos 400 empleados— se enviaba al país norteamericano.
Y no son los únicos. En la Feria de Cantón, uno de los eventos comerciales más grandes del mundo, el panorama se repite: productos detenidos, compradores cautelosos y empresas buscando cómo sobrevivir al vendaval.
Amy, vendedora de heladeras de la empresa Guangdong Sailing Trade Company, también lo vive de cerca. “Paramos toda la producción”, cuenta. “Todo se quedó en el almacén porque nuestros clientes principales también eran de EE.UU.”
Aunque Trump anunció una suspensión temporal de la mayoría de los aranceles tras el descalabro en los mercados, los impuestos a las importaciones chinas se mantienen. China respondió con su propio castigo: aranceles del 125% para productos estadounidenses.
🔍 Entre preocupación, esperanza y dedos cruzados…
Mientras almuerza con compradores australianos, Xu comenta que aún tiene fe:
“Tal vez esto mejore en uno o dos meses… o eso espero”, dice cruzando los dedos.
Más de 30 mil empresas participaron en esta edición de la feria, que cubre un área equivalente a 200 campos de fútbol. Allí se ofrecen desde lavadoras y exprimidores hasta cepillos de dientes eléctricos, pero con los aranceles encima, los precios ya no son competitivos para los estadounidenses.
Y mientras algunos expositores confían en resistir, otros ya están apuntando hacia nuevos mercados, como Europa, Rusia o Arabia Saudita.
⚙️ Fábricas paradas y trabajadores sin rumbo.
La crisis no solo afecta a los empresarios. Muy cerca de Guangzhou, obreros de la industria textil y del calzado se lamentan en silencio. Uno de ellos, que pidió no ser identificado, dice que sus ingresos bajaron dramáticamente desde la pandemia:
“Antes ganaba entre 300 y 400 yuanes al día. Ahora, si saco 100, es mucho”.
Hablar de estas dificultades puede ser peligroso en China, y muchos prefieren callar. Sin embargo, la realidad salta a la vista: hay fábricas vacías, producción detenida y trabajadores preocupados por el futuro.
Gigantes como Shein y Temu siguen operando desde estos polos industriales, pero con menos dinamismo. Cada edificio alberga varias fábricas, donde algunos obreros trabajan jornadas de hasta 14 horas, solo para recibir lo justo para sobrevivir.
📉 Exportar ya no es lo que era.
Aunque China tiene un enorme mercado interno (con más de 1,400 millones de personas), el consumo interno no está despegando. El gobierno ha intentado estimular el gasto, pero gran parte de la clase media está enfocada en ahorrar, especialmente tras el desplome del mercado inmobiliario.
Las exportaciones aún representan casi la mitad del crecimiento económico del país, así que los aranceles no son solo un dolor de cabeza: son una amenaza real.
Según Goldman Sachs, entre 10 y 20 millones de personas en China trabajan en sectores ligados a exportaciones hacia EE.UU.. Si esta situación se mantiene, la afectación podría ser masiva.
🥊 Un duelo sin tregua… por ahora.
Pese a las tensiones, China mantiene una postura firme y desafiante. Ha prometido pelear esta guerra comercial “hasta el final”, aunque dejó claro que no piensa aumentar más los aranceles actuales. Eso ha dado un pequeño respiro, pero las negociaciones están congeladas. Washington y Pekín apenas tienen contacto.
Mientras tanto, empresarios como Mei Kunyan, del sector calzado, aseguran que hay vida más allá de EE.UU.
“Allá es todo muy complicado. Aquí en China seguimos vendiendo”, dice. Ella logra ganar unos 10,000 yuanes al mes, mientras muchos otros fabricantes ya se mudaron a países como Vietnam, donde producir es más barato.
China sabe que podría perder a uno de sus principales compradores, con quien intercambia más de 400 mil millones de dólares al año. Pero si EE.UU. también se resiente, como advierten algunos economistas, este choque puede llevar a ambos a terreno peligroso.
Y mientras tanto, las fábricas chinas siguen esperando… o reinventándose.