Kate (nombre cambiado por seguridad) jamás imaginó la bomba que su marido le soltaría una madrugada, cuando se despertaron para platicar. Él le dijo sin rodeos: “Te he estado drogando y violando durante años, además de sacarte fotos sin que lo supieras”.

Ella quedó paralizada, sin poder creer lo que estaba escuchando, como si él hablara de algo tan normal como pedir pan para la cena.
Durante todo ese tiempo, en la privacidad de su hogar, el hombre había sido un abusador silencioso y controlador. Kate se despertaba a veces y lo encontraba teniendo sexo con ella, pero ella estaba dormida, así que no podía dar su consentimiento. Eso es violación. Él se justificaba diciendo que ella estaba dormida y que él no sabía lo que hacía, que estaba enfermo y que necesitaba ayuda. Kate incluso lo apoyó para que buscara atención médica, sin saber que en realidad él le estaba echando somníferos en el té para poder abusar de ella. Esta práctica, conocida como spiking en Reino Unido, es el uso de drogas para dejar a la víctima inconsciente.
Tras la confesión, su esposo la amenazó diciéndole que si hablaba con la policía, su vida se arruinaría. Por eso Kate guardó silencio. Él era el padre de sus hijos, y no quería aceptar que alguien tan cercano le hiciera tanto daño.
Pero poco a poco, el daño físico y psicológico apareció: perdió peso, enfermó gravemente y empezó a tener ataques de pánico. Después de casi un año, en uno de esos episodios, contó todo a su hermana, quien inmediatamente contactó a la policía. El esposo fue arrestado, pero cuatro días después Kate llamó para decir que no quería continuar con la denuncia porque no estaba lista y temía por sus hijos. Él se mudó de la casa y ella comenzó a entender mejor lo que había vivido.

Seis meses más tarde volvió a la policía y se abrió una investigación con el detective Mike Smith, quien le ayudó a comprender que había sobrevivido a una violación y a recuperar su poder.
Una prueba clave fue el historial médico del esposo, donde había confesado a un psiquiatra que drogaba a Kate para tener sexo con ella dormida. También se confesó con amigos de la iglesia y en Narcóticos Anónimos. Sin embargo, la Fiscalía inicialmente decidió no presentar cargos, lo que dejó a Kate devastada. Después de exigir una revisión, la Fiscalía admitió su error y acusó formalmente al exmarido.
El juicio, que ocurrió en 2022, fue duro. Él admitió haber drogado a Kate, pero alegó que era para atarla sin despertarla, negando la violación. El jurado no le creyó y fue declarado culpable de violación, agresión sexual y administración de sustancias con intención criminal. El juez lo calificó como alguien egoísta y sin remordimientos, y lo sentenció a 11 años de cárcel más una orden de alejamiento de por vida.
Kate lucha por reconstruir su vida con sus hijos, enfrentando un trastorno de estrés postraumático (TEPT) y problemas neurológicos causados por el trauma. Su caso recuerda a la historia de Gisèle Pelicot, mujer francesa que sufrió un abuso aún más brutal por parte de su esposo, quien la drogaba y permitía que otros la violaran.
Este tipo de abuso, conocido como “control químico”, está siendo reconocido cada vez más. La profesora Marianne Hester, experta en violencia de género, advierte que el uso de medicamentos recetados para manipular y controlar es una forma oscura y extendida de maltrato.
En Reino Unido, el spiking es un delito, pero muchos casos no se denuncian. Para mejorar esto, el gobierno está creando nuevas leyes que castigarán con hasta 10 años de prisión a quien administre sustancias nocivas para cometer abusos, buscando que las víctimas se animen a denunciar.
La ministra Jess Phillips calificó el spiking como un crimen “vil que rompe la confianza y la seguridad de las víctimas”.
Kate logró justicia, pero no sin una batalla dura contra el sistema y la negación. Hoy, ella quiere que más personas sepan que el abuso puede ser mucho más silencioso y sutil de lo que parece.
“Aún estoy aprendiendo qué me pasó y cómo me cambió,” dice, con la esperanza de que su historia sirva de alerta y apoyo para otras víctimas.