El mega apagón que dejó sin electricidad a millones de personas en España y Portugal este lunes no solo apagó focos, también encendió las alarmas sobre el aislamiento energético de la península ibérica.

Y es que, aunque están conectados entre sí, ambos países funcionan casi como un sistema eléctrico cerrado, con una conexión muy limitada hacia el resto de Europa. Esta situación ha hecho que muchos expertos llamen a esta dupla energética una “isla”, aunque no floten en el mar.
El corte eléctrico fue tan fuerte que paralizó trenes, tumbó redes de telecomunicaciones y cerró comercios por varias horas. Aunque ya se restableció el servicio, el evento dejó en evidencia tanto los puntos fuertes como las debilidades del modelo eléctrico ibérico.
¿Qué es eso de la “isla energética”?
Básicamente, España y Portugal tienen un sistema interconectado entre ellos, pero casi aislado del resto del continente. Apenas cuentan con un 2% de interconexión eléctrica, según datos del operador Redeia, lo cual está muy por debajo del 10% recomendado por la Unión Europea para 2022 y del 15% previsto para 2030.

Este escaso vínculo con Europa se debe a varias razones: su ubicación geográfica en el extremo suroeste, la barrera natural de los Pirineos, y también problemas políticos y técnicos para aumentar los enlaces, tanto con Francia como con Marruecos, con quien la conexión es mínima.
Carlos Gutiérrez Hita, profesor del Centro de Investigación Operativa de la Universidad Miguel Hernández, lo resume así: “Solo tenemos una conexión fuerte con Francia, y eso desde hace poco. Por eso se le llama isla energética.”
Lo bueno: autonomía y energía limpia.
Pese a este aislamiento, la península ha logrado construir un modelo propio, autosuficiente y cada vez más verde. Por ejemplo, durante el apagón del 28 de abril, más del 75% de la energía consumida en España venía de fuentes renovables.
Esto ha llevado a que, en ciertos momentos, incluso se haya generado electricidad de sobra, con precios que llegaron a ser negativos. Todo esto gracias a una red con plantas solares, eólicas, ciclos combinados, algo de carbón y nucleares, lo que permite mucha flexibilidad.
Además, en plena crisis energética por la guerra en Ucrania, España y Portugal pudieron aplicar el “mecanismo ibérico” para limitar el precio del gas y proteger a consumidores e industrias. Eso fue posible gracias a su estatus particular como sistema poco conectado.
El Mercado Ibérico de Electricidad (MIBEL) es otra joya de esta alianza. Ahí es donde se negocian diariamente los precios y el flujo energético entre ambos países. Este modelo ayuda a que la energía fluya con libertad en la península y que los precios sean similares en ambos lados.
Lo malo: sin ayuda externa en momentos críticos.
Pero este nivel de independencia tiene su talón de Aquiles: cuando hay problemas grandes, no hay a quién pedirle ayuda rápida. El lunes, por ejemplo, Francia cortó automáticamente sus interconexiones por seguridad, y el sistema ibérico tuvo que levantarse sin respaldo externo.
“Cuando Francia vio que se estaba jalando mucha energía, cerró la llave”, explica el profesor Gutiérrez Hita. Marruecos tampoco pudo aportar mucho, y aunque después sí enviaron electricidad para apoyar, el daño ya estaba hecho.

Además, la alta dependencia de energías renovables, aunque buena para el planeta, implica un reto: son intermitentes, dependen del clima, y eso obliga a tener baterías, redes inteligentes y sistemas de almacenamiento potentes para manejar los altibajos.
Otro gran obstáculo es político: Francia no ha facilitado las cosas. Según algunos analistas, teme que un aumento de interconexiones afecte el dominio de su industria nuclear. Aunque hay proyectos en camino por los Pirineos y el Golfo de Vizcaya, la oposición local y la lentitud burocrática los han frenado.
¿Qué se necesita para evitar otro apagón?
Expertos como Gutiérrez Hita insisten en la urgencia de invertir en tecnología para almacenar mejor la energía renovable, así como en romper el aislamiento actual. “El gran reto son las baterías baratas, duraderas y limpias”, apunta.
Eso permitiría que hogares y comunidades con paneles solares puedan ser más independientes, reduciendo la carga sobre la red central y generando más excedente para exportar o usar en momentos de crisis.
Para lograrlo, será clave que la Unión Europea reconozca la situación de España y Portugal como una prioridad energética y acelere las inversiones necesarias para que esta “isla” pueda conectarse mejor con el continente.