El reciente paso del huracán Otis dejó al descubierto la desastrosa gestión gubernamental en Acapulco, donde la falta de previsión y acción ha sumido a la ciudad en el caos. Tanto el gobierno de AMLO como el de Evelyn Salgado, al no advertir sobre la llegada del huracán ni preparar refugios, evidenciaron su incompetencia. A diferencia de administraciones anteriores que contaban con sistemas de protección civil, esta vez no se tomaron las medidas necesarias.
Durante la convención de la ABM, se pronunciaron discursos optimistas sobre la recuperación de Acapulco, pero la realidad es desoladora. La reconstrucción avanza a paso lento debido a la falta de mano de obra y materiales. La corrupción en los reglamentos de construcción contribuyó a la destrucción de la ciudad, donde incluso edificios nuevos se ven abandonados.
La devastación se extiende por toda la ciudad, desde la zona hotelera hasta las áreas residenciales. La falta de turismo ha golpeado duramente la economía local, y la oferta hotelera se ha reducido drásticamente. Los comercios y restaurantes luchan por sobrevivir en medio del desastre, mientras que la desigualdad social se hace más evidente.
El futuro de Acapulco es incierto, con una infraestructura deteriorada y pocas perspectivas de recuperación. La negligencia gubernamental ha dejado a la ciudad en un estado desolador, sin esperanzas de mejora a corto plazo. Es urgente que los ciudadanos se movilicen y exijan un cambio en las próximas elecciones para evitar que Acapulco siga siendo víctima del abandono político.