Un ejemplo brutal es Kani Masi, una localidad cercana que muestra cómo podría terminar Sergele. Allí, casi no queda gente. El agricultor Salam Saeed no ha podido cosechar nada desde hace tres años porque su terreno está justo bajo la mira de una base turca.

“Llegas y ya tienes un dron encima. Si no te vas, te disparan”, cuenta con resignación.
Los militares turcos se instalaron ahí desde los 90 y han fortalecido su presencia desde entonces. Salam está convencido de que quieren que los kurdos abandonen sus tierras para siempre.

El ejército iraquí, relegado. 😶
Incluso la guardia fronteriza iraquí ha sido desplazada. En algunas zonas, los soldados iraquíes están a kilómetros de su propia frontera porque las tropas turcas ya tomaron posiciones estratégicas.
“Esas bases que ves ahí… son turcas, y están dentro de Irak”, señala el general Farhad Mahmoud.
Mientras tanto, Turquía también mantiene una política similar en Siria, donde intenta crear una zona de seguridad propia. A pesar de que el gobierno de Irak ha criticado esta invasión públicamente, en privado cedió en un acuerdo con Ankara en 2024 para combatir al PKK, aunque sin ninguna limitación para las fuerzas turcas.
El silencio del gobierno kurdo. 😤
En la región autónoma del Kurdistán iraquí, el Partido Democrático del Kurdistán (PDK) mantiene una relación cercana con Turquía. De hecho, evitan culpar a Ankara por los daños a civiles y en cambio responsabilizan al PKK por el conflicto.
“Turquía no está interfiriendo con nuestra gente”, dijo Hoshyar Zebari, figura destacada del PDK. “Solo están atacando al PKK”.
Pero las denuncias de víctimas civiles dicen otra cosa.
“Nos destruyeron” 💔
Uno de los casos más desgarradores es el de Alan Ismail, un joven con cáncer terminal que murió en 2023 tras un ataque aéreo mientras viajaba con su primo Hashem Shaker. Turquía negó estar detrás, pero un informe policial señala a un dron turco.
Cuando Hashem denunció el hecho ante un tribunal, fue arrestado por las fuerzas de seguridad kurdas y pasó ocho meses preso, acusado de apoyar al PKK, algo que su familia niega tajantemente.
“Nos destruyeron. Es como si hubieran matado a toda la familia”, dijo Ismail Chichu, el padre de Alan.
Esta historia es una muestra del complejo y devastador impacto de la militarización en las regiones fronterizas de Irak, donde la gente común queda atrapada entre los intereses geopolíticos, el silencio de sus gobiernos y los ataques que ya no distinguen entre combatientes y civiles.