Al entrar en la ciudad de Tver, lo primero que salta a la vista son las imágenes de soldados por todos lados. Están en vallas, paredes y paradas de autobús, con el título de “Héroe de Rusia”. Con fusil en mano, invitan a los ciudadanos a “amar, estar orgullosos y defender” a su país, es decir, a unirse al conflicto en Ucrania.

A pesar de esta presencia visual constante, la vida en Tver parece transcurrir con normalidad. Para muchos, la guerra es algo lejano, que ocurre a cientos de kilómetros y solo aparece en la televisión. “Mira a tu alrededor”, dice Mijail, un profesor local. “Todo sigue igual. No hay bombas, ni sirenas, ni evacuaciones”.
Pero para otros, el conflicto es una realidad palpable. “Conozco a muchos que se han ido a pelear”, comenta Anna, una residente de la ciudad. “Algunos nunca volvieron. Solo espero que todo esto termine pronto”.
Mientras tanto, en Estados Unidos, Donald Trump también dice querer el fin de la guerra. Sin invitar a Ucrania a la mesa de negociaciones, su gobierno ha comenzado conversaciones directas con Moscú. Pero, ¿qué opinan los rusos de esto? “Trump es impredecible”, dice Anna. “No sé qué esperar de él”.

Por otro lado, en Tver hay quienes repiten el discurso oficial del Kremlin: que Rusia no es el agresor y que solo está protegiendo a los rusoparlantes en Ucrania. “Si la televisión dice que estamos en guerra con Occidente, la gente lo cree”, explica Andrei Kolesnikov, columnista de Newtimes.ru. “Muchos prefieren no cuestionar nada y seguir la corriente”.
Larissa y su esposo Valery están convencidos de que Rusia debe ganar. “Apoyamos la operación especial. Si fuera necesario, iríamos a luchar”, aseguran.
Pero el ambiente de sospecha también se siente. Durante una entrevista en la calle, la policía aparece tras recibir un aviso sobre “personas sospechosas con una cámara”. Revisan documentos, interrogan al equipo de prensa y, de repente, llega un reportero de la televisión estatal filmándolos. “¿Qué han estado grabando?”, pregunta. “Solo conversamos con la gente”, responde el periodista extranjero. “En Rusia hay libertad de expresión”, afirma el reportero local, mientras la policía observa”.

Tres años de guerra han aumentado la desconfianza hacia Occidente, y aunque hay signos de un acercamiento entre Rusia y EE.UU., la incertidumbre sigue presente. Para la gente de a pie, lo que más preocupa es el impacto económico. “Todo está más caro”, dice Yulia, madre de un bebé. “Hasta las papas y las cebollas”.
Y mientras los precios suben, algunos dudan de que Trump tenga un verdadero plan para la paz. “Él improvisa”, dice Mijail. “Me alegra que haya ganado, pero en este tema, estamos tan a oscuras como él”. 🌟