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En Chiapas, especialmente en la ciudad de Tapachula, la violencia y el crimen organizado han aumentado significativamente. Durante décadas, las pandillas centroamericanas como MS13 y Barrio 18 controlaron el tráfico de migrantes y el narcomenudeo en la región. Sin embargo, en los últimos años, los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación (CJNG) han impuesto su ley, relegando a estas pandillas a un segundo plano.
La disputa entre el CJNG y el Cártel de Sinaloa ha exacerbado la inseguridad en la región. Estas organizaciones criminales han tomado control de las rutas de tráfico de personas y drogas, incrementando los niveles de violencia y crimen. Las pandillas, ahora bajo el control de los cárteles, se dedican principalmente a tareas menores como el narcomenudeo y el tráfico de personas bajo la supervisión de los cárteles mexicanos.
Este cambio en el control del crimen organizado ha transformado el panorama criminal de Tapachula. La población local vive en constante temor debido a la escalada de violencia y las operaciones criminales de estas poderosas organizaciones. La intervención de los cárteles ha dejado a las pandillas centroamericanas en una posición subordinada, alterando significativamente la dinámica del crimen en la región.
La situación en Chiapas es un claro reflejo de la capacidad de los cárteles mexicanos para expandir su influencia y dominar áreas previamente controladas por otras organizaciones criminales. La lucha por el control territorial y las rutas de tráfico continúa, afectando gravemente a la población local y exacerbando los problemas de seguridad en la región fronteriza de México.
