En cuestión de días, el conflicto sirio dio un giro inesperado: tras 13 años de guerra, el régimen de Bashar al-Assad fue derrocado por una ofensiva relámpago de la oposición armada, liderada por Hayat Tahrir al Sham (HTS). Este desenlace, que dejó atónitos a observadores y analistas, plantea la pregunta: ¿cómo cayó tan rápido el ejército sirio?
Un ejército debilitado desde adentro.
Aunque en el papel Siria ocupa un lugar destacado en rankings de fuerza militar, con más de 300,000 soldados inicialmente, equipamiento moderno y una considerable flota aérea y terrestre, la realidad era muy diferente. La guerra civil y las sanciones económicas hicieron estragos.
Desde los primeros años del conflicto, la mitad de los efectivos abandonaron filas, ya fuera por deserciones, bajas en combate o al unirse a grupos opositores. A esto se sumó un equipamiento obsoleto y problemas logísticos graves.
“El salario de los soldados apenas alcanza para sobrevivir tres días”, afirmó un ciudadano sirio, refiriéndose a los sueldos que rondaban los $15 a $17 dólares mensuales. Este deterioro económico, agravado por la “Ley César” de sanciones estadounidenses desde 2020, dejó al ejército con una moral por los suelos.
Incluso un incremento salarial del 50%, decretado por Al-Assad días antes del colapso, no fue suficiente para evitar que las tropas abandonaran vehículos y armas mientras huían de las líneas de combate.
Sin amigos en el campo de batalla.
El régimen de Assad también enfrentó un abandono por parte de sus aliados clave. Irán, Rusia y Hezbolá, que habían sido fundamentales para mantenerlo en el poder, redujeron significativamente su apoyo.
- Rusia, ocupada con la invasión a Ucrania, retiró tropas y equipos estratégicos.
- Irán, golpeado por ataques israelíes y sus propios problemas internos, disminuyó la presencia de asesores militares.
- Hezbolá, con grandes pérdidas en el Líbano, ya no pudo proporcionar refuerzos.
“Sin esperanza de ayuda externa, el ejército simplemente perdió la voluntad de luchar”, explicó el experto Yezid Sayigh, del Centro Carnegie para Oriente Medio.
La oposición, unida y con estrategia.
Mientras tanto, los rebeldes aprovecharon la fragilidad del régimen. La unificación de las facciones opositoras bajo un comando único y su preparación militar marcaron la diferencia. Además, su discurso conciliador hacia los civiles, prometiendo respeto a las creencias y libertades religiosas, ayudó a ganar apoyo popular.
“El régimen de Assad estaba viviendo en tiempo extra. Cuando llegó el ataque, todo se desmoronó como una casa de cristal”, afirmó Fawaz Gerges, profesor de relaciones internacionales.
El fin de una era.
El derrocamiento de Al-Assad, comparado por algunos con el colapso del Sha de Irán en 1979, dejó a Siria en un nuevo y complejo capítulo. Ahora, la atención está en la oposición y su capacidad para cumplir las promesas de estabilidad y tolerancia que impulsaron su victoria.
El futuro de Siria sigue siendo incierto, pero lo que es claro es que el régimen de Assad, tras más de una década de resistencia, no pudo sostenerse ante una tormenta perfecta de factores internos y externos.