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El país se sumió en luto y consternación tras el devastador ataque en el Crocus City Hall de Moscú, que cobró la vida de 137 personas, según las últimas cifras del Comité de Instrucción encargado de la investigación. Mientras tanto, familiares y amigos de los 101 heridos mantenían una espera ansiosa en los centros médicos donde están siendo atendidos, buscando noticias esperanzadoras.
Las autoridades informaron que un total de 182 personas resultaron heridas, ya sea por disparos, fragmentos de granada o inhalación de humo durante el incendio. A pesar de las altas cifras de heridos, 20 personas fueron dadas de alta ayer, uniéndose a los 61 pacientes que ya se encuentran recuperándose en sus hogares desde el sábado.
La solidaridad de los ciudadanos se hizo evidente a través de gestos como la donación de sangre y la colocación de flores en el lugar del incidente. Sin embargo, persiste el temor de que aún puedan encontrarse más víctimas mortales entre los escombros.
El país paralizó sus actividades habituales en señal de duelo, con el cierre de cines, teatros y museos, y la cancelación de programas de entretenimiento en televisión. Numerosos restaurantes también anunciaron donaciones a las familias afectadas. Mientras tanto, el presidente Vladimir Putin expresó sus condolencias y encendió una vela en memoria de las víctimas en su residencia privada.
En medio de las especulaciones sobre la autoría del ataque, el Estado Islámico reivindicó la responsabilidad, aunque no proporcionó pruebas contundentes. A pesar del luto nacional, Rusia continuó con sus ataques a Ucrania, mientras los programas de información política seguían su curso habitual.
En un contexto de dolor y conmoción, el presidente Putin recordó los bombardeos de la OTAN en Yugoslavia en 1999, acusando a Occidente de desatar una guerra en Europa sin la aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU. La tragedia del pasado y el presente se entrelazan en un escenario de incertidumbre y dolor para el pueblo ruso.
