Gurpreet, un hombre de 39 años, nunca imaginó que terminaría en un avión militar, con las manos esposadas y los pies encadenados, volviendo a su India natal después de un viaje que atravesó más de 10 países latinoamericanos. El 3 de febrero de este año, todo lo que había soñado en meses de travesía se desvaneció cuando la Patrulla Fronteriza de EE.UU. lo escoltó a un avión C-17 para devolverlo a su país.

“Sentí que el suelo se resbalaba debajo de mis piernas”, recuerda Gurpreet, mientras lo trasladaban al avión. Él había viajado miles de kilómetros desde India, cruzando Guyana, Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras y México, todo para llegar a la frontera sur de EE.UU. y, finalmente, ser devuelto sin compasión.
Este tipo de viajes, aunque difíciles de imaginar, se han convertido en una realidad para muchos indios, que se ven obligados a dejar su país por el desempleo y la falta de oportunidades. Con unos 725,000 indios viviendo sin papeles en EE.UU., Gurpreet se sumaba a una larga lista de inmigrantes que apostaron todo por un sueño americano que, al final, no logró.
De deportado a activista.
Gurpreet no fue el único en este proceso. Durante la presidencia de Donald Trump, miles de inmigrantes fueron deportados bajo condiciones duras, con esposas y cadenas, algo que causó revuelo, incluso en India. Los vídeos mostrando a los migrantes encadenados mientras eran enviados de vuelta a su país causaron indignación. “Estuvimos sentados, esposados y encadenados por más de 40 horas. Incluso a las mujeres las trataban igual”, dice Gurpreet, quien asegura que ni para ir al baño podía hacerlo sin supervisión.

La indignación en India no tardó en crecer, con la oposición política criticando la “inhumana” forma de tratar a sus compatriotas. Gurpreet se pregunta por qué el gobierno indio no reaccionó ante las condiciones en que fueron deportados. “El gobierno debería haber dicho algo, exigir que la deportación fuera como antes, sin cadenas ni esposas”.
El terrible viaje hacia EE.UU.
Gurpreet decidió dejar India cuando su negocio colapsó. El retiro de grandes cantidades de dinero de la circulación en India y la crisis del COVID-19 afectaron su vida económica. Con 45,000 dólares ahorrados, Gurpreet pagó a un traficante para que lo guiara en su viaje hacia el norte. Empezó en Guyana y, con la ayuda de “agentes” (traficantes), pasó por países como Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, y, finalmente, México, donde intentó cruzar a EE.UU. por San Diego.

Lo más difícil de su viaje fue el Tapón del Darién, una selva peligrosa entre Colombia y Panamá, donde tuvo que caminar durante días, enfrentándose a ríos, enfermedades y la constante amenaza de bandidos. “Nos mojamos hasta los huesos. Fue la parte más difícil de todo el viaje”, dice Gurpreet, mientras rememora las montañas, los ríos y las tormentas que cruzaron a pie.
El regreso forzado.
Cuando Gurpreet finalmente llegó a EE.UU., pensó que estaba a salvo. La administración Biden le dio la oportunidad de pedir asilo, pero todo cambió cuando Donald Trump puso en marcha una política de deportación masiva. En menos de tres semanas, Gurpreet se encontró nuevamente esposado, en camino a ser deportado, sin oportunidad de ser escuchado.
Hoy, en su casa en Sultanpur Lodhi, en Punjab, Gurpreet lucha por encontrar trabajo para saldar la deuda que contrajo durante su viaje. “Si hubiera tenido un empleo digno en India, no me hubiera arriesgado”, admite. Sin embargo, la realidad es que en India, el desempleo y las condiciones laborales precarias empujan a muchos a tomar decisiones extremas, como la de Gurpreet.