De las #Pandillas al #CallCenter: así se reinventan los #Deportados en #México.💼📲

Cuando Luis Luna pisó México de nuevo en enero, traía más tatuajes que planes. Tras cumplir una larga condena en una prisión estatal de California, fue deportado sin familia ni conocidos, pero con un solo objetivo: no volver a caer.

“Si no fuera por el trabajo, estaría durmiendo en la calle”, admite Luis, de 50 años, con el cuerpo cubierto de tinta pandillera. Hoy, gracias a una oportunidad en el call center ASC en Tijuana, encontró una nueva familia entre auriculares y teclados. “Aquí nadie me juzgó. Me abrieron los brazos desde el día uno”, recuerda con gratitud.

Y no es el único.

Alberto Salagán, de 30 años, regresó a México por primera vez desde que era un bebé, luego de ser arrestado por estar ligado a una pandilla en California. “Fue como aterrizar en otro planeta”, confiesa. Sin comida, techo o ropa, se sentía totalmente perdido. Pero hablar inglés le salvó la vida.

Gracias a una organización que apoya a personas deportadas, Alberto conoció EZ Call Center, donde ahora trabaja vendiendo por teléfono a clientes de EE.UU. “No pagan mucho, pero me da estabilidad y un motivo para levantarme cada día”, dice entre pausas de llamadas.

El jefe de EZ Call Center, Daniel Ruiz, conoce bien esa sensación de estar fuera de lugar. Él también fue deportado por un delito menor cuando apenas pasaba los 20. “Todos venimos con una vida hecha en Estados Unidos. Tenemos raíces allá, pero nos toca florecer aquí”, reflexiona desde su oficina, mientras se escucha el sonido constante de las llamadas.

En EZ, la mayoría de los agentes han sido deportados. Algunos, como Alberto, estuvieron en pandillas, pero han decidido dar vuelta a la página. Daniel los considera empleados de confianza: “Tienen disciplina y pocas veces repiten errores del pasado”.

Además de dirigir la empresa, Daniel también fundó el Borderline Crisis Center, que ofrece comida, refugio y acompañamiento a quienes, como él, son regresados a un país que ya no reconocen como suyo.

Mientras tanto, en el panorama político, Donald Trump ha retomado su discurso sobre “la mayor deportación en la historia de EE.UU.”. Sin embargo, los números dicen otra cosa: entre febrero y abril de este año, México recibió cerca de 39 mil deportados, mucho menos que los 52 mil del mismo periodo en 2024.

Esto podría explicarse, en parte, por la disminución de migrantes cruzando hacia EE.UU. y por el miedo que genera el despliegue militar en la frontera, además de las deportaciones mediáticas a países como El Salvador. Aunque la autodeportación también está siendo incentivada, siguen llegando casos todos los días a Tijuana.

Empresas como EZ Call Center y ASC se han vuelto clave para evitar que quienes regresan sin nada terminen en las calles o en actividades delictivas.

En ASC, que cuenta con más de 500 estaciones en Tijuana junto a su empresa hermana Voxcentrix, también se apuesta por no juzgar a los empleados por su pasado. “Lo que pasó en EE.UU., allá se queda”, bromea Nora Díaz, encargada del bienestar del personal.

“No hacemos chequeos de antecedentes. Lo que buscamos es gente comprometida, que hable bien inglés y español, y que quiera salir adelante”, explica Nora. Esa política ha sido clave para darle una segunda oportunidad a personas como Luis.

Mientras las redadas migratorias no alcanzan los niveles que muchos temían, el tiempo corre y más exintegrantes de pandillas necesitan un salvavidas. Hoy, muchas veces ese salvavidas suena como un teléfono en una oficina de Tijuana.

Autor Itzel G. Bandala

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