El tráfico de fentanilo está dejando huella en todo el continente, y la BBC nos da acceso a los oscuros caminos por donde transita este opioide mortal. En un lugar discreto en Los Ángeles, un traficante de fentanilo observa, tranquilo, cómo un miembro de un cártel mexicano prepara su carga: el opioide sintético es sellado en plástico, envuelto en papel de aluminio y escondido en el tanque de gasolina de un automóvil.

Este es Jay (nombre ficticio), quien cruzó desde EE.UU. para llegar a una casa en el lado mexicano de la frontera, donde el cartel maneja todo con increíble cautela. En el interior, el ambiente es tenso, las voces son bajas y la rapidez es clave para no llamar la atención.
El fentanilo no solo está destruyendo vidas, también ha puesto en jaque la economía global. La Casa Blanca usó el contrabando de estas sustancias para justificar el aumento de aranceles a México, Canadá y China. El expresidente Donald Trump prometió “hacer la guerra” contra los carteles, pero el tráfico sigue siendo fuerte.
A pesar de que este negocio es mortal y las muertes son una constante, algunos de los hombres involucrados no sienten remordimiento. Uno de ellos, que está colocando las pastillas en el vehículo, responde entre risas: “Claro, también tenemos familia. Nos sentimos culpables, pero si yo paro, el negocio sigue”.
En los tanques de gasolina del auto se esconden miles de pastillas de fentanilo, cada una con la marca de la M. Jay, quien distribuye miles de pastillas por semana en Los Ángeles y otros estados del norte, nos dice que su tarea es minimizar el riesgo de perder todo el cargamento. “Vendo unas 100,000 pastillas cada semana”, nos cuenta con calma.

Sin embargo, el tráfico de fentanilo está directamente relacionado con políticas más grandes. El presidente Trump impuso un arancel del 25% a los productos mexicanos en respuesta a la “inaceptable” ola de drogas e inmigrantes ilegales. A pesar de sus esfuerzos, Jay no cree que la guerra contra las drogas tenga futuro. “Ya intentó lo mismo antes y no lo logró”, nos dice con una sonrisa, mientras los precios de las pastillas siguen cayendo en Los Ángeles, pasando de $5 a $1.50 por pastilla.
La policía mexicana, por su parte, asegura que los carteles han optado por el fentanilo debido a que es 50 veces más potente que la heroína y más fácil de producir y transportar. Las muertes por sobredosis siguen disparadas en EE.UU., con 87,000 muertes entre octubre de 2023 y septiembre de 2024, a pesar de que ahora se puede conseguir naloxona para salvar vidas.
A nivel gubernamental, Claudia Sheinbaum, presidenta de México, ha anunciado medidas para controlar el tráfico de fentanilo, incluyendo el envío de 10,000 efectivos de la Guardia Nacional a la frontera. Además, México ha aumentado las incautaciones de esta droga y ha dificultado la importación de productos químicos clave provenientes de China.

Pero la realidad en las calles es dura. En lugares como Kensington, en Filadelfia, Rosalind Pichardo, de Operation Save Our City, combate la crisis con naloxona, un medicamento que puede revertir las sobredosis de opioides. Ha salvado miles de vidas, pero sabe que este ciclo no tiene fin: “El problema de la guerra contra las drogas es que no funcionó antes, y no creo que vaya a funcionar ahora”, dice mientras trabaja incansablemente.
Pichardo tiene poco tiempo para lamentarse, ya que cada día se encuentra con más víctimas del fentanilo, como un hombre con una extremidad amputada por años de consumo. En su barrio, las drogas son baratas y abundantes, pero el fentanilo ha cambiado todo. A medida que uno se elimina, otro lo reemplaza, y la lucha parece interminable.
Así sigue el ciclo: el sufrimiento de la gente alimentando el negocio que cruza fronteras y que ni los gobiernos ni los carteles parecen poder detener. 💔