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La sucesión de Andrés Manuel López Obrador no será tarea fácil, y quien lo releve deberá no solo reconstruir relaciones con sectores afectados durante su mandato, sino también construir sobre los cimientos maltrechos. Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez podrían liderar un equipo presidencial, aunque surge la incertidumbre sobre si Sheinbaum se verá atrapada por el peso de la herencia que reciba.
Sheinbaum se presenta como una líder ejecutiva competente y exigente, comprometida con resultados tangibles y operaciones eficientes. Sin embargo, tras el paso de López Obrador, se espera que su eventual sucesora no solo reconstruya relaciones con sectores afectados, sino que también impulse la eficiencia de un gobierno sometido a cambios radicales.
La tarea de reconstrucción no solo implica desafíos administrativos, como las 20 reformas impuestas por el actual presidente, sino también la gestión de recursos humanos y financieros. En este sentido, Sheinbaum se enfrenta al desafío de trabajar con el gabinete actual y la burocracia de Morena, cuyos intereses pueden no estar alineados con sus objetivos.
La candidata presidencial deberá lidiar con una red de alcaldes y legisladores, algunos de los cuales pueden representar más un obstáculo que un apoyo. La continuidad de figuras controvertidas, como Cuauhtémoc Blanco en Morelos y Avelina López en Acapulco, plantea desafíos adicionales para Sheinbaum.
Con un equipo político diverso y en algunos casos cuestionado, Sheinbaum deberá coordinar esfuerzos, establecer metas claras y exigir resultados concretos. Sin embargo, con figuras polémicas y con agendas propias, como Félix Salgado en Guerrero y otros, la tarea de Sheinbaum se complica aún más. Ante este panorama, el desafío para Sheinbaum es considerable y la incertidumbre sobre su capacidad para superarlo persiste.
