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El Tren Maya, una de las obras insignia del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, enfrenta serios desafíos operativos y financieros a menos de un año de su inauguración. Según informes recientes, el proyecto ha mostrado un preocupante desbalance entre sus ingresos y gastos: por cada 100 pesos recaudados, se están gastando 700 pesos en operaciones. Este déficit se atribuye principalmente a la subcontratación de servicios, que ha alcanzado cifras alarmantes en los primeros cinco meses del año.
Además de los problemas financieros, el Tren Maya ha registrado múltiples fallas técnicas y operativas que han afectado su funcionamiento. En los primeros seis meses de operación, se han cancelado al menos 15 viajes y se han registrado 401 retrasos debido a fallas mecánicas y problemas con la infraestructura. Estos incidentes incluyen descarrilamientos, como el ocurrido en marzo en la estación de Tixkokob, Yucatán, que aunque no dejó víctimas, evidencia los problemas de mantenimiento que enfrenta el proyecto.
La administración del tren, encabezada por militares, ha intentado justificar estos problemas señalando que más del 70% de los insumos utilizados son de origen nacional, destacando la participación de proveedores mexicanos. Sin embargo, los críticos señalan que estos esfuerzos no han sido suficientes para resolver los problemas estructurales y operativos del Tren Maya.
A pesar de los esfuerzos promocionales por parte del presidente y su equipo, el proyecto ha generado más críticas que elogios, especialmente por su alto costo y su impacto medioambiental en la región sureste del país. El futuro del Tren Maya sigue siendo incierto, ya que el proyecto deberá enfrentar y superar estos desafíos si desea cumplir con las expectativas de desarrollo y crecimiento económico prometidas para la región.
