El #BrasilHolandés: la intrépida invasión que dejó huella en el noreste de #Brasil. 🌍⚔️

El 14 de febrero de 1630, la costa de Pernambuco en Brasil fue testigo de un inusual avistamiento: una flota de alrededor de 60 barcos de guerra acercándose a la orilla. Se hablaba incluso de que venían acompañados de hasta 8.000 mercenarios.

Las banderas blanquinaranjas que ondeaban en la popa representaban a las Provincias Unidas, lo que hoy conocemos como Países Bajos. El objetivo era claro: arrebatar estos territorios a los portugueses, que en ese momento, bajo la corona de Felipe IV de España, eran súbditos del Imperio español.

Poco pudieron hacer los locales para defenderse, y la respuesta de España fue demasiado lenta. En pocos días, los holandeses lograron tomar Olinda, la capital de la región, y lo más estratégico: el puerto de Recife.

“Fueron tiempos muy difíciles”, asegura George Cabral, experto en Historia Colonial de Brasil. “Durante los primeros años, apenas podían salir de las fortificaciones. Pero con el tiempo, lograron afianzarse y dominaron la región durante 24 años, la más larga de sus colonizaciones”.

Este territorio, conocido como la colonia de Nueva Holanda, era económicamente vital. No solo demandaba grandes inversiones en defensa y recursos, sino que además controlaba el próspero comercio de azúcar, la actividad más lucrativa en el Brasil de aquel entonces, comparable solo con las minas de Potosí o Zacatecas.

“La razón por la que los holandeses pusieron su mirada en Pernambuco es simple: en ese entonces, era el mayor productor de azúcar del mundo”, explica José Manuel Santos Pérez, director del Centro de Estudios Brasileños.

Aparte de la caña de azúcar, los holandeses también comerciaban con tabaco, madera, especias y, por supuesto, esclavos. Pernambuco era el epicentro económico del comercio transatlántico en América.

Este capítulo de la historia de Brasil no es el primero para los neerlandeses en América. Ya en 1624, los holandeses intentaron conquistar Bahía, pero no pudieron mantener el control. Sin embargo, su interés por Brasil solo creció.

El conflicto entre España y los Países Bajos ya venía de lejos. En 1580, la unión dinástica entre las coronas de España y Portugal dejó a los neerlandeses buscando nuevas rutas comerciales. La prohibición de comerciar con las colonias portuguesas fue la chispa que encendió la invasión holandesa.

Los historiadores coinciden en que el ataque a Pernambuco formaba parte de una estrategia más amplia para debilitar a la monarquía española y mejorar el dominio de las rutas comerciales del Atlántico.

El control de Pernambuco no fue fácil. Entre 1630 y 1637, las luchas constantes, las enfermedades y las condiciones extremas empeoraban la vida de los invasores. En esos primeros años, no solo luchaban contra los portugueses, sino contra el hambre, el escorbuto y otras enfermedades devastadoras.

A pesar de los desafíos, los neerlandeses lograron imponerse y el periodo entre 1637 y 1644 marcó una relativa calma, aunque no exenta de tensiones. Fue en estos años cuando Johan Maurits van Nassau, el gobernador de Nueva Holanda, dejó su huella en Recife, transformándola en una ciudad cosmopolita con monumentales construcciones y una atmósfera de libertad religiosa. “Nassau fue, de lejos, el mejor líder que Recife tuvo”, asegura Cabral.

Pero no todo duraría para siempre. A finales de la década de 1640, los precios del azúcar se desplomaron, y con ello la economía de la colonia. Los comerciantes holandeses empezaron a quebrar, y las deudas acumuladas fueron el detonante de una rebelión local.

A partir de allí, los portugueses y los habitantes de Pernambuco comenzaron a resistir con más fuerza. Los soldados holandeses se vieron rodeados y finalmente expulsados en 1645. Aunque perdieron el control de Brasil, no todo estaba perdido para los neerlandeses. Se reubicaron en el Caribe, donde tomaron territorios como Surinam y Bélice, que les ofrecían las mismas ventajas que Pernambuco.

Así terminó el largo capítulo del Brasil holandés, una historia de lucha, comercio, y resiliencia en el corazón de América Latina.

Autor Itzel G. Bandala

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