Imagina un reto curioso: ¿serías capaz de adivinar la edad de alguien solo con olerlo? No he visto nada similar en TikTok, pero una investigación ha revelado que sí, ¡podemos identificar la edad de una persona por su olor corporal! 😲
El aroma de nuestro cuerpo cambia a medida que envejecemos, y esos cambios no solo tienen una base biológica, sino que también han sido clave en nuestra evolución y en cómo nos relacionamos socialmente.
De bebés a adolescentes: el viaje de nuestro olor corporal.
Desde pequeños, el olor corporal es suave y apenas notorio. Esto se debe a que las glándulas sudoríparas están en su fase inicial y el microbioma de nuestra piel es bastante sencillo. Sin embargo, los padres suelen reconocer y sentirse atraídos por el olor de su propio bebé, algo que juega un rol crucial en el vínculo afectivo.
Este olor no solo es agradable, sino que activa en el cerebro las redes de recompensa y placer, reduciendo el estrés. Por eso, madres con trastornos posparto no logran conectar olfativamente con sus hijos. Un fenómeno evolutivo que facilita la dedicación de recursos al hijo propio.
Cuando llega la adolescencia… ¡el olor se vuelve más humano!
La adolescencia marca un cambio radical en nuestra fragancia. La producción de hormonas sexuales activa las glándulas sudoríparas y sebáceas, lo que da lugar a ese característico “olor a humanidad” que los adolescentes irradian. Las glándulas apocrinas, localizadas en zonas como las axilas y la zona genital, empiezan a producir proteínas y lípidos. Cuando estos se descomponen, se transforman en compuestos que, al entrar en contacto con las bacterias de la piel, producen ese olor tan característico de los jóvenes.
Este fenómeno está relacionado con la producción de sustancias como la androstenona (que huele a almizcle) o el escualeno (que da un toque rancio), lo que genera el típico aroma “agrio” de la adolescencia.
¿Qué pasa con los olores cuando somos adultos?
A medida que llegamos a la adultez, el olor corporal sigue presente, pero de manera menos intensa que en la adolescencia. Factores como la dieta, el estrés, las hormonas y el microbioma de la piel influirán en nuestra fragancia. En esta etapa, el olfato juega un papel crucial para la detección de emociones, enfermedades, e incluso la selección de pareja.
Curiosamente, Darwin se equivocó cuando pensó que el olfato en los humanos era casi inútil. ¡En realidad, es vital para obtener información en situaciones en las que no podemos ver o escuchar! 🧠
La “fragancia” de la vejez: el toque final.
¿Alguna vez has notado un olor peculiar en los mayores? Es el resultado de la disminución de la producción de sebo y sudor que ocurre con el envejecimiento. La piel pierde colágeno y antioxidantes, lo que provoca una mayor oxidación y el famoso olor “a persona mayor”, que en Japón se llama kareishu. Este olor se debe a un compuesto llamado 2-nonenal, que se genera cuando el ácido graso omega-7 se oxida.
Aunque para algunos este olor puede resultar desagradable, la mayoría lo asocia con buenos recuerdos de abuelos y padres. Y al igual que cuando éramos niños, el olor de los mayores sigue cumpliendo una función protectora, fortaleciendo el cuidado de nuestros seres queridos.
Consejos para minimizar el olor de la vejez.
Para reducir este olor, es clave mantenerse hidratado, hacer ejercicio, comer bien y reducir el estrés. Estos hábitos ayudan a disminuir el estrés oxidativo, el principal responsable de ese “aroma” característico de la vejez.