El pan ha sido un pilar de la alimentación humana durante más de 10,000 años, pero últimamente parece que se le culpa de casi todos los problemas de salud. En Internet, abundan los consejos de alimentación que lo pintan como el enemigo a vencer.
Al leer estos contenidos, uno podría pensar que estamos en una especie de novela de locura, donde la realidad se distorsiona y las exageraciones dominan el discurso. Sin embargo, lo cierto es que muchos de estos temores son infundados.
Los expertos nos recuerdan que el pan, en realidad, puede ser beneficioso para la salud. Hay evidencias que sugieren que ciertos tipos de pan pueden reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares. Esto se debe a que el pan es una buena fuente de carbohidratos complejos, fibra, vitaminas y minerales.
La fibra, por ejemplo, juega un papel fundamental en la digestión y puede ayudar a prevenir problemas graves como el cáncer colorrectal y la obesidad. De hecho, el consumo diario recomendado de 25 gramos de fibra se puede alcanzar fácilmente a través del pan.
Ahora, en cuanto a los carbohidratos, es importante diferenciar entre los simples y los complejos. Los carbohidratos simples pueden provocar picos de azúcar en la sangre, mientras que los complejos ofrecen un efecto más moderado y sostenido, ayudando a evitar la resistencia a la insulina y la diabetes tipo 2. La clave no es eliminar los carbohidratos, sino consumir los correctos y en las cantidades adecuadas.
También hay que hablar del gluten, que ha sido objeto de mucha controversia. Este complejo proteico, presente en el trigo y otros cereales, afecta solo a una pequeña parte de la población (menos del 1 % sufre enfermedad celíaca y entre el 1 y el 6 % tiene sensibilidad no celíaca). Para más del 90 % de las personas, el gluten no es dañino. De hecho, optar por productos sin gluten sin necesidad puede ser contraproducente, ya que a menudo están más procesados y son menos nutritivos que sus equivalentes con gluten.
Además, se han señalado preocupaciones sobre los aceites vegetales y la margarina usados en el pan. Las grasas trans en las margarinas tradicionales están vinculadas a un mayor riesgo de enfermedades cardíacas. No obstante, las margarinas modernas han mejorado en este aspecto, y los aceites vegetales no hidrogenados, como el de oliva, son reconocidos por sus beneficios para el corazón.
La dieta mediterránea, famosa por su impacto positivo en la longevidad, incluye al pan como un acompañante esencial.
En cuanto a los ultraprocesados, es cierto que una dieta rica en azúcares añadidos y grasas saturadas puede aumentar el riesgo de enfermedades crónicas. Pero el pan no debería ser automáticamente clasificado en esta categoría. Incluir granos enteros en su preparación se asocia con una disminución del riesgo de diabetes tipo 2 y problemas cardíacos.
Los compuestos antioxidantes y antiinflamatorios presentes en el pan también pueden contribuir a reducir el daño celular y la inflamación. Consumir granos enteros, como los del pan integral, se relaciona con un menor riesgo de mortalidad por diversas causas.
Por lo tanto, es crucial considerar la calidad del pan y su lugar en una dieta saludable en lugar de hacer afirmaciones alarmistas sobre su consumo. El pan no es inherentemente perjudicial. Cuando se integra en una dieta equilibrada que incluye alimentos frescos, frutas, verduras y grasas saludables, puede ser un gran aliado que aporte energía y nutrientes esenciales.
Atribuir la culpa a un solo alimento por múltiples problemas de salud desvía la atención de factores de riesgo reales, como el exceso de ultraprocesados y el sedentarismo. Un consumo moderado de pan, de hecho, puede ayudarnos a tener una perspectiva más realista y mantener un cuerpo saludable y satisfecho durante más tiempo.