El nuevo retrato presidencial de Andrés Manuel López Obrador, develado recientemente en el Palacio Nacional, ha dado mucho de qué hablar por las notables diferencias que presenta en comparación con los retratos de sus predecesores, como Enrique Peña Nieto, Vicente Fox y Felipe Calderón. La obra, creada por el artista yucateco Jorge Ermilo Espinosa, fue especialmente diseñada para resaltar la cercanía de AMLO con la población, un detalle que el propio presidente solicitó que fuera central en la composición.
A diferencia de los retratos de Peña Nieto, Fox y Calderón, donde predominan poses formales y entornos más institucionales, la imagen de López Obrador rompe con la tradición al presentarlo rodeado de personas en el Zócalo de la Ciudad de México. Con el bastón de mando en la mano, un símbolo de poder que AMLO ha destacado durante su administración, el retrato busca reflejar su estilo de gobierno, que se ha caracterizado por un discurso constante de proximidad con el pueblo.
En el pasado, los retratos presidenciales se han enfocado más en la solemnidad y el poder del cargo, con escenarios que refuerzan la autoridad del mandatario. Calderón, por ejemplo, optó por una imagen con la bandera mexicana, resaltando el simbolismo patrio, mientras que Fox utilizó el Palacio Nacional como fondo, proyectando la fortaleza institucional. Peña Nieto, por su parte, eligió un estilo más tradicional, con su imagen centrada en su figura presidencial. Todos ellos contrastan con el enfoque más populista de López Obrador, quien busca proyectar un legado de cercanía y humildad.
Este retrato no solo rompe con la estética tradicional, sino que también es parte de un esfuerzo por consolidar su narrativa de “presidente del pueblo”. Al optar por una imagen menos formal, AMLO refuerza su retórica de estar al lado de los ciudadanos, algo que ha repetido a lo largo de su mandato. Sin embargo, esta representación también ha generado críticas por parte de sus opositores, quienes lo ven como una estrategia más de su populismo.
En definitiva, el retrato de López Obrador se aleja de la sobriedad y distinción que han caracterizado a los presidentes anteriores, apostando por una imagen que refuerza su proyecto político de cercanía y conexión con las clases populares.