En medio de la devastación de la Guerra de Bosnia, un estrecho pasadizo subterráneo se convirtió en el único rayo de esperanza para los habitantes de Sarajevo. Conocido como “el túnel de la esperanza”, este corredor salvó a unas 400,000 personas durante el asedio más largo de la Europa moderna. Fue mucho más que un túnel; era la puerta a la supervivencia.
Un pasadizo para todo.
“Por allí pasaron armas, alimentos, medicinas, cables eléctricos, tuberías de petróleo e incluso cadáveres”, relata Edis Kolar, quien tenía 18 años cuando este pasadizo fue construido bajo la casa de sus abuelos en 1993. En plena guerra, esta vía conectó a Sarajevo, completamente aislada por las fuerzas serbias, con una zona controlada por Naciones Unidas al otro lado del aeropuerto.
Edis y su familia vivieron de cerca esta experiencia. Tras el bombardeo de su casa, él y su padre se unieron al ejército, dejando a sus abuelos en una vivienda que pronto se transformaría en la entrada del túnel. “No era solo un pasadizo, era la única esperanza”, comenta Edis, quien hoy trabaja en el museo que conmemora esta obra.
El asedio más largo.
El asedio de Sarajevo, que duró 1,425 días, fue uno de los episodios más oscuros de la Guerra de Bosnia, conflicto que dejó más de 100,000 muertos y desplazó a 2.2 millones de personas. Este túnel, de apenas un metro de ancho, 1.7 metros de alto y casi 800 metros de largo, se convirtió en la arteria que mantuvo viva a una ciudad sitiada. “Era muy peligroso cruzar el aeropuerto, así que el túnel era nuestra salvación”, explica Midhat Karic, guía del museo.
Recuerdos que duelen.
Midhat, quien también utilizó el túnel para llevar a su madre enferma a un hospital y para ser evacuado tras ser herido, recuerda las dificultades de aquel tiempo. “Era angosto, se inundaba y había que planificar quién pasaría y cuándo”, comenta. A pesar de las adversidades, este estrecho pasadizo permitió no solo el transporte de suministros, sino también el movimiento de líderes como Alija Izetbegovic, el primer presidente de Bosnia independiente.
Un legado que persiste.
Hoy, el túnel es un museo y aunque los turistas solo pueden visitar una réplica de 20 metros, el lugar sigue siendo un recordatorio de la resistencia y la esperanza en medio de la adversidad. En la exposición, destaca la “Habitación de la abuela Sida”, en honor a la abuela de Edis, quien vivió toda la guerra junto al túnel, y el sillón en el que el presidente Izetbegovic fue transportado durante las negociaciones de paz.
El túnel de la esperanza no solo es un testimonio del ingenio y la valentía humana, sino un símbolo de cómo incluso en los momentos más oscuros, la perseverancia puede abrir un camino hacia la luz.