El reciente encuentro entre Xi Jinping y Joe Biden, líderes de China y Estados Unidos, generó euforia en el gigante asiático. Ambos presidentes compartieron impresiones sobre sus vehículos presidenciales, marcando un gesto de apertura inusual. Mientras las limusinas de Xi circulaban por carreteras estadounidenses, se simbolizaba la creciente confianza de China en sí misma ante el mundo.

Durante las conversaciones, Biden destacó que las relaciones entre ambas naciones son “estratégicas, de alcance global e innovadoras”. Expertos señalan que estas características describen la compleja relación entre las dos principales economías, que buscan ser socios y, al mismo tiempo, competidores. Xi, en un tono pragmático, describió a Estados Unidos como “socio” y “amigo”, subrayando la importancia de la cooperación entre las dos potencias.
En medio de la competencia, ambos líderes reconocieron la necesidad de trabajar juntos para abordar problemas globales. Biden expresó que la competencia no debería conducir al conflicto, y Xi enfatizó la responsabilidad compartida de liderar las relaciones bilaterales. Aunque China busca expandir su influencia global, los analistas sugieren que el mundo occidental no permitirá ser reemplazado por estructuras y normas chinas.
A pesar de las diferencias, la euforia en China tras el encuentro es evidente. Los medios controlados por el Estado destacan el compromiso de cooperación en la lucha contra el cambio climático como un éxito global. Ambas naciones se comprometieron a trabajar juntas para alcanzar los objetivos del Acuerdo Climático de París, demostrando una disposición a colaborar en temas cruciales para el bienestar global.