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En una nueva medida que subraya la presión de Washington sobre el régimen de Nicolás Maduro, Estados Unidos confiscó el avión presidencial del líder venezolano en República Dominicana, trasladándolo a Florida. Esta acción, calificada como inaudita por un alto funcionario estadounidense, busca dejar claro que nadie está exento de las sanciones impuestas por Estados Unidos. El valor de la aeronave asciende a 13 millones de dólares, y ha permanecido en suelo dominicano durante meses, sin que se conocieran los motivos de su estadía.
La incautación del avión ocurre en un contexto de intensificación de las sanciones estadounidenses contra Venezuela, especialmente después de que Washington y parte de la comunidad internacional no reconocieran las últimas elecciones presidenciales celebradas en el país sudamericano. A principios de año, Estados Unidos ya había endurecido las restricciones contra el sector energético de Venezuela, castigando lo que considera una falta de democracia y transparencia en los comicios.
El avión, que fue trasladado a un aeropuerto en Florida, representa un símbolo del aumento de la presión de Estados Unidos sobre el gobierno de Maduro. Según fuentes oficiales, esta acción también tiene como objetivo enviar un mensaje claro de que las autoridades chavistas no están por encima de las leyes internacionales y que las sanciones seguirán si no hay cambios en el comportamiento del gobierno venezolano.
La confiscación del avión presidencial es solo una de las muchas estrategias que Washington ha empleado para aislar al régimen de Maduro y forzar un cambio en la política venezolana. Las sanciones afectan no solo a funcionarios clave del gobierno, sino también a sectores estratégicos de la economía venezolana, como el petróleo y la energía.
Esta reciente escalada refleja la determinación de Estados Unidos de continuar aplicando presión internacional sobre Caracas, buscando un retorno a lo que consideran un proceso electoral legítimo y democrático. La acción ha sido criticada por aliados de Maduro, quienes ven en ella una intervención directa en asuntos internos de Venezuela.
A medida que las tensiones aumentan, el futuro de las relaciones entre Estados Unidos y Venezuela se torna aún más incierto. Las autoridades estadounidenses han dejado claro que continuarán utilizando todas las herramientas disponibles para asegurar que el gobierno venezolano respete los compromisos internacionales y las normas democráticas.
