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El Servicio Secreto de Estados Unidos se sinceró este viernes sobre sus fallas de seguridad durante el fallido atentado contra el expresidente Donald Trump en un mitin en julio. En este evento al aire libre, el atacante Thomas Matthew Crooks logró abrir fuego desde un techo cercano, dejando a Trump con una herida en la oreja derecha, y a punto de enfrentar lo peor.
En una rueda de prensa, el director interino Ronald Rowe explicó que una revisión interna reveló deficiencias en la planificación y ejecución de las medidas de seguridad. Aunque algunos miembros del equipo se mostraron diligentes, otros cometieron negligencias que llevaron a la violación de protocolos críticos.
Rowe destacó que la falta de comunicación con las autoridades locales y una “dependencia excesiva” de los dispositivos móviles fueron dos de las principales fallas. Además, mencionó problemas en la línea de visión, que, aunque se reconocieron, no se manejaron adecuadamente.
A las 18:10 hora local, la sala de seguridad del Servicio Secreto recibió una llamada alertando sobre un individuo en el techo de un edificio cercano, pero esta información crucial no se transmitió a través de la red de radio del Servicio Secreto, lo que complicó la respuesta.
Como resultado de este ataque, dos asistentes de la campaña de Trump en Butler, Pensilvania, resultaron heridos, y un bombero de 50 años, Corey Comperatore, perdió la vida. Crooks fue abatido a tiros por el personal del Servicio Secreto.
La directora del Servicio Secreto, Kimberly Cheatle, presentó su dimisión tras el incidente, reconociendo que fue el “mayor fracaso operativo” del organismo en décadas.
