Desde hace años, México ha ido tomando un camino que muchos consideran irreversible: el de la militarización. Y no solo estamos hablando de seguridad: los militares ahora se encargan de obras, aeropuertos y hasta puertos. Como si fueran ingenieros, no solo soldados.
Recientemente, el Congreso aprobó que la Guardia Nacional, creada en 2019, pase de ser parte de la Secretaría de Seguridad a la Secretaría de Defensa. Un cambio clave en el rumbo del país bajo el liderazgo de Claudia Sheinbaum, que llegó al poder con una reforma que ya había iniciado AMLO, su antecesor y aliado político.
Aunque tanto Sheinbaum como AMLO niegan que esto sea militarización, asegurando que es solo para aprovechar la experiencia de los militares en situaciones de violencia extrema, expertos como Guadalupe Correa-Cabrera no están tan convencidos. Para ella, la militarización no es nueva, pero sí se ha intensificado.
Correa-Cabrera, profesora en la Universidad George Mason, explica que la militarización comenzó formalmente en 2006, con Felipe Calderón. De hecho, lo que inició como una guerra contra las drogas se transformó rápidamente en un conflicto contra la sociedad misma. Lo que parecía ser una estrategia para combatir al narcotráfico terminó por crear enemigos internos.
¿Continuidad o profundización? 🤔
Lo que se ve hoy no es solo una continuación de lo que comenzó Calderón, sino una ampliación del poder militar en la vida diaria de los mexicanos. Desde que el Ejército comenzó a asumir funciones de policía, la situación solo ha empeorado. Lo peor es que este modelo no es temporal, como lo fue en tiempos de Calderón, sino que parece algo estructural, respaldado por una reforma constitucional.
A pesar de la popularidad de Sheinbaum y la aprobación de la mayoría, este enfoque genera preocupación entre muchos, quienes ven un riesgo real de que la militarización desemboque en un sistema con tintes autoritarios, similar al de los PRIistas que dominaron el país durante 70 años.
Violación de derechos y riesgos para la democracia.
Uno de los principales problemas de la militarización es el aumento de violaciones de derechos humanos. Con un ejército entrenado para combatir enemigos externos, se están tomando decisiones en situaciones internas sin preguntar. Desapariciones forzadas y represión son solo algunos de los resultados de este modelo, que cada vez pone más en peligro las libertades de la población.
Si bien algunos consideran que los militares son necesarios para enfrentar el crimen organizado, los resultados han sido peores. La violencia solo se ha intensificado, con más grupos criminales surgiendo en respuesta a un modelo que no logra resolver el problema, sino que lo empeora.
¿Una solución que no está funcionando?
Aunque la militarización se ha justificado por la crisis de seguridad, Correa-Cabrera señala que cada vez se necesita más presencia militar para controlar los territorios, pero los resultados son negativos. La violencia sigue creciendo y, en muchos casos, los mismos militares se ven involucrados en redes criminales. El círculo vicioso está claro: más militares, más violencia.
En este contexto, lo que parecía una respuesta necesaria contra los carteles se ha convertido en una guerra contra el pueblo, ya que el Ejército trata a los civiles como si fueran enemigos, y no como parte de la sociedad.
¿Es tan necesario que los militares estén al mando?
El Ejército tiene una función distinta a la de la policía. Mientras los militares están encargados de defender el país de agresores externos, la policía debe mantener el orden interno, lo cual es completamente diferente. Sin embargo, con la militarización, esta distinción se borra, creando una situación en la que la población se siente cada vez más perseguida y vulnerable.
En resumen, México vive una situación compleja: la militarización está siendo respaldada por la mayoría, pero los riesgos para la democracia y los derechos humanos son cada vez mayores. Lo que comenzó como una estrategia de emergencia contra el narcotráfico se está convirtiendo en una política estructural que podría tener consecuencias graves para el futuro del país.