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En los vastos terrenos del Valle del Mezquital, un curioso fenómeno ha sido observado por agricultores locales. Cada mes, cuando los tractoristas emprenden la tarea de segar la alfalfa para su posterior comercialización a ganaderos y productores lácteos, una serie de aves blancas, conocidas como garzas, se congregan en los campos, anticipando un festín inesperado.
Los cortes de alfalfa, un hábitat propicio para una variedad de insectos como chapulines, catarinas, garambolas y arácnidos, se convierten en una fuente de alimento fácil para estas garzas cuando la maquinaria agrícola irrumpe en su entorno. El ruido y la actividad del tractor provocan que los insectos busquen escapar, momento que las aves aprovechan astutamente para capturar su presa.
El ritual se repite mes a mes: las garzas siguen de cerca al tractor, esperando pacientemente mientras la maquinaria avanza, dejando al descubierto a los indefensos insectos. Solo cuando el operador finaliza su labor y se retira con el equipo, las garzas también se dispersan, llevándose consigo su breve pero abundante banquete.
Este comportamiento instintivo ha sido observado por generaciones en el Valle del Mezquital, donde las garzas se han adaptado de manera natural a la presencia humana y a las actividades agrícolas. Desde los cielos, las aves vigilan atentamente el movimiento de los tractores, guiadas por el sonido del motor que anuncia la próxima cosecha.
Estas mismas garzas, comúnmente avistadas durante los períodos de riego y siembra en los campos de maíz, sorgo y alfalfa, también frecuentan los cuerpos de agua y manantiales, donde buscan alimentarse y descansar. Con aproximadamente medio metro de altura, pico amarillo y plumaje blanco distintivo, estas aves se han convertido en parte integral del ecosistema agrícola del Valle del Mezquital.
