La cosa se puso tensa entre la Universidad de Harvard y la administración del expresidente Donald Trump, luego de que la Casa Blanca suspendiera las visas para nuevos estudiantes internacionales que quisieran ingresar a esa institución. Sí, leíste bien: se trata de una medida oficial que prohíbe por seis meses la entrada de estudiantes bajo visas tipo F, M o J… y hasta podría extenderse.

El anuncio llegó luego de que Trump firmara una proclamación que golpea directamente a una de las universidades más prestigiosas (y ricas) del planeta. ¿La razón? Según el gobierno, Harvard tiene un “historial preocupante de vínculos con potencias extranjeras” y no estaría haciendo lo necesario para combatir el antisemitismo en su campus.
La decisión fue tomada poco después de que el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) anunciara, el pasado 22 de mayo, que le quitaría a Harvard el acceso a ciertos programas de visas para estudiantes extranjeros. Desde entonces, el pleito se ha intensificado.
Ante ese escenario, Harvard respondió con todo: presentó una demanda acusando al gobierno de violar descaradamente la ley y pidió que se suspendiera la medida. Horas después, una jueza bloqueó temporalmente la decisión del DHS con una orden de restricción.
Pero eso no detuvo a Trump, quien además ordenó congelar 2.200 millones de dólares en subvenciones y 60 millones en contratos dirigidos a la universidad. Por si fuera poco, también les quitaron la exención fiscal, lo que según Bloomberg le habría ahorrado a Harvard unos 158 millones de dólares en impuestos solo en 2023.
En un comunicado, la Casa Blanca soltó otra bomba: Harvard, dicen, “no supervisa adecuadamente a sus estudiantes internacionales ni reporta sus antecedentes disciplinarios”, y sigue impulsando “políticas de diversidad e inclusión” que no agradan al gobierno. También aseguran que en el campus no se ha actuado con firmeza contra manifestaciones propalestinas, y acusan a la universidad de discriminar ideas conservadoras.
Para Trump, esto no se trata de cerrar la puerta a todos los estudiantes extranjeros, sino de permitir solo a quienes “amen a Estados Unidos”. Incluso señalaron que la hija del presidente Xi Jinping estudió allí en la década de 2010, insinuando posibles riesgos para la seguridad nacional.

Harvard no se quedó callada. Un vocero declaró que esta proclamación “es otra represalia ilegal” y aseguró que seguirán defendiendo los derechos de sus alumnos. La universidad insiste en que sí ha tomado medidas contra el antisemitismo y considera que las exigencias del gobierno son una forma de limitar su libertad académica.
Actualmente, Harvard tiene cerca de 6,800 estudiantes internacionales, lo que representa más del 27% de su matrícula. Muchos de estos jóvenes podrían quedar varados si se concreta la cancelación de sus visas.
Y como si fuera poco, la red diplomática estadounidense fue instruida para frenar temporalmente la programación de entrevistas de visa en embajadas de todo el mundo. Todo esto en medio de una ofensiva del gobierno de Trump contra lo que considera una “agenda progresista” impulsada por varias universidades de élite.

Por si no lo sabías, Harvard tiene un fondo patrimonial (endowment) que supera los 53 mil millones de dólares, más que el PIB de países como Honduras, Islandia o Paraguay. Con ese músculo financiero, es capaz de resistir presiones que dejarían temblando a otras instituciones educativas.
🎓 Pero lo que queda claro es que este enfrentamiento va mucho más allá de una simple política migratoria: es una batalla por el control del discurso y la autonomía universitaria.