En abril de 2010, un devastador accidente ocurrió en la plataforma petrolera Deepwater Horizon, operada por la empresa Transocean y rentada por BP, generando el mayor derrame de petróleo en el mar registrado hasta entonces. La plataforma, de enormes dimensiones, equivalente a dos campos de fútbol, sufrió una explosión que llevó a su hundimiento, liberando más de un millón de litros de petróleo por día durante 87 días.
A una década de este trágico suceso, estudios científicos han revelado que todavía persisten residuos de petróleo en las playas del Golfo de México. A pesar de los esfuerzos de prevención realizados desde entonces, los expertos advierten que la posibilidad de un nuevo derrame, igual o mayor al de BP, sigue siendo una preocupación latente. Recientes informes sobre el presunto derrame de Pemex en Balam Tango Bravo, en la zona de Campeche, aunque no de la misma magnitud, también aumentan las preocupaciones sobre la contaminación marina y la vida marina en riesgo.
Tras la explosión en Deepwater Horizon, 11 trabajadores desaparecieron y 17 resultaron heridos, mientras equipos de rescate luchaban contra el fuego en la plataforma ubicada frente a las costas de Luisiana, en el Golfo de México. La plataforma semi-sumergible estaba operando para BP a una distancia de aproximadamente 66 kilómetros de la costa de Luisiana, en el bloque Mississippi Canyon Block 252.
Aunque cinco buques contra incendios se desplegaron para controlar el fuego, la situación se volvió crítica con la inclinación de la plataforma y la presencia de líquido emanando del pozo perforado. La prioridad inmediata fue la búsqueda y rescate de los 11 trabajadores desaparecidos. Helicópteros, aviones y barcos de la Guardia Costera se unieron en la operación de búsqueda y equipos ambientales se movilizaron para evaluar y mitigar cualquier derrame. Mientras tanto, se inició una investigación para esclarecer las causas de la explosión.
La Guardia Costera informó que 17 trabajadores fueron evacuados, algunos por aire y otros por mar, pero no todos necesitaron hospitalización. Tres de ellos se encontraban en estado crítico, pero se esperaba su pronta recuperación. Los restantes 98 trabajadores fueron transportados en embarcaciones y se dirigieron hacia la costa.
En el momento del accidente, se estaban realizando perforaciones en la plataforma, pero no se extraía petróleo, según Greg Panagos, portavoz de la dueña de la instalación. Adrian Rose, vicepresidente de Transocean, aseguró que los trabajadores realizaban tareas de rutina antes del incidente, y no se habían detectado indicios de fallas previas.
Este acontecimiento devastador recordó al mundo la fragilidad del equilibrio entre la explotación de recursos naturales y la protección del medio ambiente. Aunque han pasado años desde el derrame de la Deepwater Horizon, la memoria de sus impactos perdura y la necesidad de implementar medidas efectivas de prevención y respuesta ante accidentes similares sigue siendo esencial para la seguridad de las personas y del ecosistema marino.