El senador Adán Augusto López volvió a demostrar su influencia como el operador político más efectivo de Morena en el Congreso. Gracias a su intervención, logró in extremis los 87 votos necesarios para que Rosario Piedra Ibarra fuera reelegida como presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), un cargo que ha ocupado por cinco años en medio de fuertes críticas de diversas organizaciones de derechos humanos. Sin embargo, el camino no fue sencillo. Adán Augusto tuvo que sofocar una insurrección dentro de su propio bloque, compuesto por Morena, el PT y el Partido Verde, donde varios senadores mostraban resistencia.
Las negociaciones se tornaron tensas. Durante un acalorado encuentro privado, López propuso métodos de control para garantizar que los votos fueran a favor de Piedra. Una de sus ideas más controvertidas fue sugerir que los senadores depositaran papeletas marcadas de antemano con el voto por Piedra. Esto provocó indignación entre algunos legisladores, quienes compararon la estrategia con prácticas de coacción electoral típicas del antiguo PRI. A pesar de las críticas, Adán Augusto insistió en que la reelección de Piedra era una instrucción directa de la presidenta Claudia Sheinbaum, asegurando que no se podía permitir ninguna disidencia.
El debate en el Senado se prolongó por horas, exacerbado por las objeciones de la oposición. Al final, los senadores oficialistas se vieron obligados a mostrar su voto antes de depositarlo en la urna, una medida que Adán Augusto implementó para aplacar la desconfianza dentro de su bancada. Aun así, cerca de una decena de senadores del bloque oficialista seguía renuente, incluyendo figuras del PT y del Partido Verde. Claudia Anaya, del PRI, destacó cómo Manuel Velasco, coordinador del Verde, tuvo dificultades para convencer a sus senadores, especialmente a aquellos provenientes del activismo social.
En medio de estas tensiones, algunos aliados del oficialismo admitieron que la operación para reelegir a Piedra comenzó semanas antes. Al principio, se aseguró a los legisladores que no habría una línea oficial sobre a quién apoyar, pero pronto el mensaje cambió. Fuentes legislativas detallan que Adán Augusto empezó a insistir en que Piedra debía ser una de las finalistas, recordando a los senadores que esto era una prioridad para Sheinbaum. Pese a estas afirmaciones, fuentes cercanas a la presidencia han negado que la mandataria tuviera una candidata preferida, dejando en el aire la verdadera razón detrás de la presión.
El drama no terminó ahí. Se desplegaron estrategias para desacreditar a Nashieli Ramírez, la mejor evaluada entre las candidatas y ex titular de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México durante la administración de Sheinbaum. A través de acusaciones de despidos injustificados y protestas simbólicas, los simpatizantes de Clara Brugada, cercana a Morena, trataron de debilitar la candidatura de Ramírez. La decisión de incluir a Piedra en la terna final, a pesar de su baja calificación, se justificó con argumentos políticos.
Adán Augusto consiguió los votos, pero a un alto costo. Varios senadores de la oposición señalaron que las presiones incluyeron amenazas y promesas de apoyo electoral futuro. Aunque el bloque oficialista cerró filas, algunos votos fueron anulados en protesta, y las fracturas dentro de Morena quedaron expuestas. La incorporación de Cynthia López Castro, quien recientemente dejó el PRI para unirse a Morena, también resultó clave. Este episodio ha puesto de manifiesto el autoritarismo y la falta de libertad para votar conscientemente dentro del oficialismo, evocando las prácticas de los viejos tiempos de la política mexicana.