¡Atención! No confundir la rica tradición de la Huasteca con el famoso Xantolo o la moda de las catrinas. El profesor Pablo Flores Martínez subraya la esencia de la celebración Mijkailuitl, un evento que no solo rinde homenaje a nuestros difuntos, sino que también refuerza la identidad cultural de la región.
En una charla esclarecedora, el profesor Flores Martínez señaló que es un error referirse a esta festividad como el festejo de Xantolo o Todos los Santos, términos que tienen su origen en la influencia de los frailes. La auténtica celebración en la Huasteca es conocida como la Fiesta de Muertos o Mijkailuitl. “La idea de rescatar la tradición con catrinas disfrazadas no tiene cabida aquí y solo confunde a la gente”, expresó el académico.
Desde el siglo XVI, las festividades en honor a los fieles difuntos han tomado una importancia notable en nuestro país. La tradición de las ofrendas, que consiste en preparar alimentos para las almas, fue una costumbre adoptada por los conquistadores españoles, asentándose tanto en áreas rurales como urbanas de Mesoamérica, especialmente entre las comunidades indígenas.
Esta celebración ha dejado una huella especial en el noreste del país, donde se encuentra la Huasteca, y hoy en día se conmemora en seis estados de México. En la lengua náhuatl, el término Mijkailuitl se utiliza para venerar y recordar a aquellos que han partido, quienes se hallan en el Mictlán, el lugar de todos los muertos, donde el dios Mictlantecuhtli otorga permiso una vez al año para que los espíritus regresen a visitar a sus seres queridos.
El Xantolo, que significa “La fiesta de todos los santos”, proviene del latín “Festum Omnium Sanctorum”. A pesar de los intentos españoles por suprimir la celebración original, la fiesta Mijkailuitl se mantuvo firme. Los muertos que descienden del Semijkayotl, desde donde las almas viajan al mundo terrenal, son guiados por el aroma de la comida y el humo del copal.
Estas festividades no solo marcan el final de las cosechas de productos como el maíz y el frijol, sino que también dan inicio al comercio en los tianguis locales. Los habitantes de la Huasteca Hidalguense se preparan adquiriendo flores, velas, incienso y todo lo necesario para crear platillos especiales en honor a las almas.
Con la llegada de la fiesta grande, que empieza con la decoración de los altares, el 30 de octubre se inicia el día del tlachijchiualistli, donde los mercados se llenan de flores y productos para embellecer los arcos.
El 31 de octubre, se ofrendan comidas para los niños difuntos, quienes son recibidos al mediodía con chocolate, pan y otros manjares. Un camino de pétalos de sempoalxochitl guía el camino desde las casas o, si es posible, desde el panteón.
El 1 de noviembre, el sonido del caracol marino marca la llegada de los difuntos adultos, mientras que en algunos lugares se utilizan campanas. En este día, se preparan las ofrendas con tamales, mole, y otras delicias que el alma disfrutaba en vida, para recibir a los visitantes con cohetes y frutas en los altares.
El 2 de noviembre es el momento del Gran Tlamakaualistli o despedida, cuando las familias intercambian ofrendas. Los seres queridos se reúnen en el cementerio para la última ofrenda, y en las calles se colocan luces para guiar a los espíritus que pasan, mostrando cariño y respeto.
Durante estos tres días de celebración, en la Huasteca Hidalguense, es común ver a grupos de jóvenes disfrazados, bailando al son del violín, la quinta huapanguera y la jarana. Esta es la fiesta auténtica del Mijkailuitl.