Parece que la expectativa de vida no llegará tan alto como muchos pensaban, al menos eso dice el gerontólogo Jay Olshansky, quien lleva décadas lanzando baldes de agua fría sobre las teorías más optimistas. Según él, la mayoría de los niños que están vivos hoy no alcanzarán los 100 años, y es más, solo entre el 1% y el 5% de la población actual lo logrará. Y ojo, esto no es nuevo, ya lo había anticipado hace décadas.
En los años 90, Olshansky y su equipo predijeron que, en promedio, los niños vivirían hasta los 85 años, rompiendo la fantasía de que el 50% de los bebés llegaría a los 100 años. Según él, las intervenciones médicas, a las que llamó “tiritas”, dejarían de tener el impacto que muchos esperaban en la esperanza de vida. Sin embargo, sus opiniones no cayeron bien en su momento. Muchos creían que los avances médicos impulsarían la longevidad a niveles nunca antes vistos. Pero ahora, tras 34 años, Olshansky está sacando pecho porque los datos le están dando la razón.
Un análisis reciente, publicado en Nature Aging, revisa los números de esperanza de vida en países como Estados Unidos, Japón, España y Suiza, entre otros. ¿El resultado? Las niñas nacidas en 2019 en estos países tienen solo un 5.1% de probabilidad de llegar a los 100 años, mientras que los niños apenas alcanzan el 1.8%. En pocas palabras, la era de vivir hasta los 100 años parece estar fuera de alcance.
Olshansky lo tiene claro: seguimos aumentando en esperanza de vida, pero a un ritmo mucho más lento que antes. Según él, la clave para cambiar esto radica en ralentizar el proceso biológico del envejecimiento, algo que la ciencia aún no ha logrado.
Uno de los factores que también ha frenado esta carrera hacia la longevidad es la epidemia de obesidad. Con el aumento de peso, llegaron la diabetes tipo 2, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer, complicando aún más la ecuación. Aunque la ciencia médica ha desarrollado un montón de soluciones para prolongar la vida, desde estatinas hasta vacunas, todo esto ha resultado en lo que Olshansky llama “tiempo fabricado”, es decir, años extra que la medicina nos regala, pero que no necesariamente mejoran la calidad de vida.
Olshansky advierte que, si bien la tecnología médica ha permitido que muchas personas vivan hasta los 90 años o más, al final, envejecemos de todas formas. Y mientras más años cumplimos, más enfermedades aparecen al mismo tiempo, lo que él compara con un juego de “golpear al topo con un mazo”, donde cada topo representa una nueva enfermedad.
A pesar de todo, Olshansky no descarta por completo la posibilidad de avances revolucionarios. Menciona que la gerociencia, el campo que estudia cómo ralentizar el envejecimiento, podría darnos una segunda oportunidad de cambiar el rumbo, aunque no hay pruebas suficientes de que lo que funciona en animales se traduzca en humanos. La clave para el futuro, según él, no está en vivir más años, sino en prolongar la salud y mejorar la calidad de vida.
En resumen, si soñabas con llegar a los 150 años, es probable que tengas que conformarte con un número mucho más modesto, y mientras tanto, la ciencia sigue luchando para que esos años extra valgan la pena.