Después de años de tensiones y amenazas cruzadas, Estados Unidos y Teherán volvieron a sentarse (aunque con distancia) para tratar de encontrarle una salida al eterno dilema del programa nuclear iraní. Este sábado, ambos países iniciaron conversaciones en Omán, marcando el primer contacto directo en una década.

Abbas Araghchi, el ministro de Asuntos Exteriores de Irán, fue claro: “Queremos un acuerdo justo y digno, pero tiene que ser de tú a tú. Si ellos llegan con respeto, nosotros también estamos dispuestos a avanzar”, dijo a la TV estatal desde suelo omaní. Eso sí, subrayó que el diálogo se centra exclusivamente en el tema nuclear y que su equipo está formado por especialistas con mucha experiencia en este campo.
Por su parte, el expresidente Donald Trump (sí, él otra vez al volante), habló un día antes de los diálogos: “Quiero que Irán sea un país feliz, fuerte… pero no pueden tener armas nucleares”, advirtió.
Recordemos que Trump, en 2018, rompió el acuerdo nuclear firmado en 2015, conocido como el PAIC (Plan de Acción Integral Conjunto). Ese pacto había sido trabajado entre Irán y seis potencias mundiales: EE.UU., China, Rusia, Francia, Reino Unido y Alemania. Pero cuando Trump se salió del acuerdo, volvieron las sanciones y la tensión se fue al cielo 🌩️.
¿Y qué tan avanzado está el programa nuclear iraní?
Pues… bastante. Desde que se rompió el acuerdo en 2018, Irán empezó a acumular uranio a niveles que antes tenía prohibido. Ya lleva cerca de 275 kilos de uranio enriquecido al 60%, según la OIEA (Organismo Internacional de Energía Atómica). Para que te hagas una idea, el uranio para uso civil no debe pasar del 3.67%, así que eso ya es preocupante.

Aunque aún no alcanzan el 90% de pureza que se necesita para un arma nuclear, los expertos aseguran que Irán podría tener material suficiente para fabricar una bomba en apenas una semana, y en seis meses podrían tener un dispositivo rudimentario listo.
¿Por qué hay tanto lío con esto?
Irán jura y perjura que su programa tiene fines pacíficos y civiles, pero muchos países —y sobre todo la OIEA— no se lo tragan. Las sospechas vienen desde 2003, cuando se descubrieron instalaciones nucleares secretas en el país, lo que violaba el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP).
Este tratado permite a los países usar tecnología nuclear con fines médicos, agrícolas o energéticos, pero prohíbe totalmente el desarrollo de armas nucleares. Y aunque Irán firmó el tratado, su historial no ha sido muy transparente que digamos.
¿Qué quiere realmente EE.UU. esta vez?
Trump, que en su primer mandato aplicó la famosa “máxima presión” contra Irán, ahora apuesta por un nuevo acuerdo, pero sin intermediarios. Nada de otros países metidos. El problema es que Irán solo está dispuesto a diálogos indirectos y exige que EE.UU. renuncie por completo a cualquier opción militar sobre la mesa.
Desde Washington, el mensaje es otro: “Queremos el desmantelamiento total de su programa: nada de uranio, nada de misiles, nada de armas”, dijo su asesor de seguridad nacional, Mike Waltz.
Israel, con los pelos de punta 😤
El anuncio tomó por sorpresa a Israel, que desde hace años rechaza tajantemente cualquier acercamiento con Irán. El primer ministro Benjamin Netanyahu fue tajante: “La única solución es eliminar completamente su programa nuclear, supervisado y ejecutado por EE.UU.”.
Para Israel, un Irán con armamento nuclear sería una amenaza directa, sobre todo teniendo en cuenta que Irán no reconoce el derecho de Israel a existir. Aunque Israel nunca ha confirmado si tiene armas nucleares, se sabe que las tiene… y muchas.
¿Podría escalar esto a un conflicto militar?
Ambos países, EE.UU. e Israel, tienen capacidad para atacar instalaciones nucleares, pero las consecuencias serían impredecibles. Muchas de las plantas iraníes están construidas bajo tierra, así que no sería un blanco fácil. Además, Irán no se quedaría de brazos cruzados: podría lanzar misiles contra Israel o bases estadounidenses en la región.
Y aunque EE.UU. tiene bases en el Golfo (como la de Qatar), algunos países podrían negarse a participar por miedo a represalias.